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Antiguos telares y lana de borrego pierden vigencia

María Suqui Calle, moradora de la localidad de Cumbe, tiende en su cama una cobija de lana de borrego.
María Suqui Calle, moradora de la localidad de Cumbe, tiende en su cama una cobija de lana de borrego.
Foto: cortesía El Tiempo
03 de agosto de 2019 - 00:00 - Redacción Sociedad

Las cobijas, bayetas y alforjas, antaño tejidas con lana de borrego en los tradicionales telares, eran de uso cotidiano en los hogares de la ciudad y del campo.

Actualmente, estos artículos se confeccionan con otros materiales y quienes aún mantienen la antigua costumbre (artesanos que sobrepasan los 75 años) no tienen sucesores en el oficio.

Rafael de la Torre, comerciante de la plaza San Francisco, recuerda que antes los tejedores elaboraban con lana de oveja las polleras, cobijas, ponchos, fajas, chalinas. Lamenta que en el campo ha disminuido hasta la crianza de borregos.

“Ya no se ve a las mujeres con la pollera de bayeta gruesa; ahora se hacen de paño, de poliéster o de tela strech”, señala De la Torre.

La bayeta es una tela que se teje hilo a hilo en el telar de cintura. Antiguamente la bayeta gruesa era usada para elaborar cobijas y prendas de vestir y la delgada se la empleaba para obtener pañales.

María Villa, esposa de De la Torre y oriunda de El Valle, recuerda que la última vez que vio cómo confeccionaban las cobijas de lana de borrego  fue hace unos 25 años.

Sobre la bayeta, señala que “la auténtica de lana de borrego no hay”. “Hace unos 30 años se vendía para hacer pañales; ahora son acrílicas”.

Artesanos

Otro motivo por el que se pierde la costumbre de usar estas prendas tradicionales es la falta de artesanos. Juan Nieves, de 79 años, es el último tejedor en telar de la parroquia Cumbe.

Su padre Moisés le enseñó el oficio a los 15 años, pero sus saberes morirán con él porque ninguno de sus 7 hijos muestra interés por aprender.

En su taller instalado en su vivienda, en el sector El Amarillo, aún teje y recibe pedidos para confeccionar ponchos, cobijas, mantas para caballos y alforjas. De pueblos aledaños, como Tarqui y Jima, se lleva la lana de oveja y él se encarga del tinturado y la mano de obra.

El artesano confecciona tres cobijas en el mes; asegura que hace 20 años tenía mucho trabajo porque recibía pedidos para hacer hasta 12.

Aunque también sabe confeccionar alforjas, admite que hace años que no las elabora. “Tengo una, pero ya está vieja; es de uso personal y ya tiene más de 20 años”, indica.

En los sectores rurales, algunas familias conservan la costumbre de abrigarse con las pesadas cobijas de lana de oveja, pero en la ciudad hay quienes ni las conocen.

María Suqui Calle, habitante de Cumbe, a sus 55 años recuerda que sus padres usaban esas cobijas, que las mandaban a hacer con los tejedores en el telar.

En otros casos, las costumbres se acoplan a la modernidad y a las nuevas tecnologías. Patricio Marchán y su esposa, Martha Pillco, utilizan un telar eléctrico. (I) 

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