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Profesores con acento extranjero y su legado en la Universidad de Cuenca

Foto: José Luis Llivisaca / El Telégrafo.
Foto: José Luis Llivisaca / El Telégrafo.
06 de julio de 2014 - 00:00 - Ágatha Rodríguez, Cátedra Abierta de Historia. Universidad de Cuenca

El Ecuador de 1940 intentaba superar décadas de conflictos políticos, económicos y sociales pero sin poder alcanzar el propósito de la modernidad. Los europeos que huían del caos imperante en el viejo continente encontraron abiertas las puertas de este país. La Revolución Rusa, que había expulsado a quienes no estaban de acuerdo con el nuevo orden, y la Segunda Guerra Mundial, dieron paso a que profesores universitarios que eran perseguidos, porque pensaban distinto o por ser judíos por ejemplo, buscaran nuevas oportunidades de trabajo en América Latina.

El Estado ecuatoriano reformó la Ley de Extranjería en los años 1938 y 1940, lo que posibilitó que numerosos extranjeros se radiquen en el país, eso sí, sin afectar el modo de vida de sus ciudadanos, lo que permitió dedicarse a sus respectivas profesiones a profesores y artistas, bajo un contrato de un año con posibilidad de renovación.

Así es como la Universidad de Cuenca recibió a varios profesionales a partir de 1940. Encontramos registros de varios profesores extranjeros impartiendo clases en la Facultad de Ciencias Matemáticas y Físicas, como entonces se llamaba. En la nómina de maestros dada por la Revista Anales de la Universidad de Cuenca de octubre de ese año aparecen los nombres de Alexis Lochekareff, Nicolás Reformatsky, Alejandro Onitchenko, Candudus Stüby, quien estuvo encargado de las clases de Geología, Cristalografía y Mineralogía, Petrografía y Paleontología. Egon Schwarz, quien vivió en Cuenca en aquella época, afirmó que por el origen de los apellidos, estos personajes debían ser rusos. ¿Por qué escogieron al Ecuador como destino? ¿De qué huían y cuánto tiempo permanecieron en el país? Son preguntas que no tienen respuesta por el momento, con la excepción de la situación del profesor Onitchenko, y que merecen una investigación más profunda.

Resulta curioso que todos los profesores extranjeros que estaban en la Universidad de Cuenca entre 1940 y 1941 estuviesen en la Facultad de Ciencias Matemáticas y Físicas; las demás facultades tenían exclusivamente profesores ecuatorianos.

En la lista de residentes extranjeros encontramos también a Kurt Sober, quien fue “Subdirector-profesor de piano del Conservatorio Nacional de Música de Cuenca” —según consta en su contrato de junio de 1940, conservado en el Registro Oficial de la Nación—. Sober además dictó en la Universidad, como parte de sus obligaciones, una conferencia titulada ‘La esencia y los campos de expresión de la Música’ publicada en la Revista Anales de julio de 1941.

Pasaron también por las clases de nuestra Universidad 2 profesores que tenían en común su origen judío y la nacionalidad checoslovaca. Walter Soyka, quien llegó a principios de 1939 al Ecuador y fue contratado en noviembre por 3 años como profesor de Química Industrial y Farmacéutica Aplicada, instaló en Cuenca una fábrica de productos químicos llamada AKIOS que funcionó hasta su traslado definitivo a Quito en 1943.

El arquitecto checoslovaco Oton Kohn llegó a Cuenca en 1939 procedente de Quito, donde su familia se había radicado después de huir de su país. Del señor Kohn y de su paso por Cuenca poco o nada se conocía. Su hijo el señor Joseph Kohn, quien tiene más de 80 años y vive en la ciudad de Nueva York, ha permitido recuperar esta historia. En la entrevista que me concedió pudo recordar con mucha claridad los 3 años que pasó junto a sus padres en la ciudad de Cuenca: “Vivíamos en una casa arrendada junto a la del gran poeta cuencano Remigio Crespo Toral, cada mañana al despertar podía ver el reloj del hospital y el río Tomebamba”; estos son sus más vívidos recuerdos. También contó cómo su padre firmó el contrato para dar clases en Cuenca: “mi padre estaba muy a gusto en Quito junto con sus hermanos, pero se presentó la oportunidad de dar clases de arquitectura en Cuenca, lo pensó un poco y decidió aceptar. Disfrutó todo el tiempo que pasó en esa ciudad.”

Recordó que mientras Oton Kohn daba clases de Proyectos Arquitectónicos, Historia del Arte Decorativo e Historia de la Arquitectura, dedicó tiempo a escribir una conferencia que fue leída a sus colegas y alumnos, titulada ‘Un paseo con un Arquitecto por Cuenca’ de la que, gentilmente el señor Joseph Kohn, envío una copia del manuscrito original que incluye las correcciones de puño y letra de su padre.

En el texto se relata la conversación imaginaria entre Kohn y un amigo mientras pasean por los lugares más emblemáticos de Cuenca. El arquitecto le reclama a su acompañante que los cuencanos no valoren lo que llama “la arquitectura local” y que intenten reproducir los estilos extranjeros, dice “ustedes tienen muchos balcones graciosos, y terrazas caprichosas; sus amplios patios son de rara sentimentalidad y belleza, que hace presentir al corazón una vida de paz y armonía y que nos hace sentir como en familia.” Esa es la imagen que tenía un extranjero de la ciudad en 1941.

Recorre el mercado del Norte donde admira los “frescos sombreros blancos de paja toquilla… y las vistosas vajillas de barro… que gustan tanto a los extranjeros, que la compran y usan como una cosa de novedad”. En la calle Bolívar lamenta la desaparición del “estilo barroco español, un arte que ha crecido naturalmente en esta tierra pero en su lugar [hay] edificios hechos sin gusto y sin arte”.

Visita el parque Calderón, observa el derruido edificio municipal que le parece encantador, la plaza del Carmen, el mercado de San Francisco, el puente del Vado, la plaza Sucre y llega, por fin, al puente del Centenario. Todo lo observa con gran agudeza, insiste en que la belleza de Cuenca ha estado ahí siempre y por eso se vuelve innecesario copiar otros modelos. Escribe que está de acuerdo en que la modernización es buena pero con buen gusto, respetando el arte de los antepasados.

Una huella que difícilmente podrá barrarse

Mucho queda por investigar sobre el paso de estos personajes que de seguro dejaron huellas en sus estudiantes e instituciones, incluso entre sus vecinos y amigos; también algo de nuestra ciudad habrá marcados sus vidas, trabajos y obras.

Ahora que nos encontramos con una nueva oleada de profesionales, muchos pertenecientes al proyecto Prometeo, es importante que se recuerde a quienes estuvieron antes aquí, no es esta la primera vez y la memoria y los hechos importan, quizá seamos esta ocasión más cuidadosos en los registros.

Conocer las consecuencias de este intercambio intelectual nos permitirá, de seguro, comprender una parte del pensamiento local de distintas épocas.

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