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Hombres y mujeres se dedican a esta actividad que viene de varias generaciones atrás

El bordado a mano es una tradición que se mantiene en La Esperanza

Las telas las consiguen en Quito, mientras que los hilos y cordones los compra en Otavalo.
Las telas las consiguen en Quito, mientras que los hilos y cordones los compra en Otavalo.
Foto: Mario Egas/El Telégrafo
07 de febrero de 2016 - 00:00 - Redacción Regional Norte

Los pobladores de La Esperanza, Imbabura, guardan una tradición de bordados que data de varios años atrás. Muchos subsisten gracias a esta costumbre. Manteles, caminos de mesa, blusas y camisas, todos decorados con hilos de colores, son algunos de los productos que venden las personas que se dedican al bordado en

La Esperanza, un pequeño poblado ubicado a 20 minutos de Ibarra. Gran parte de su población se dedica a esta actividad. “Nuestros dibujos son principalmente del campo, de las flores, todo lo que vemos a nuestro alrededor. Lo que más me gusta bordar son las rosas, en sí, la naturaleza”, comenta Adela Díaz, de 48 años.

Ella aprendió a bordar a los 6 años, mientras le ayudaba a su madre en este oficio. Primero empezó con los dibujos en la tela, churos y hojas eran su especialidad. Siempre atenta a cada puntada que hacía su progenitora, poco a poco aprendió bordar.

“De repente la aguja se va a la uña, eso es bien doloroso. A veces sí pasan este tipo de accidentes pero es parte del oficio, ya estamos familiarizadas”, dice Díaz.

En su hogar, este es un oficio que viene de 4 generaciones atrás y para no perder la tradición, sus hijas también lo practican.

Pero Adela no solo borda, también hace los diseños de ropa que los clientes le solicitan. Es costurera, se graduó en Corte y Confección en el Centro Artesanal Pedro Moncayo en Ibarra. Dice que su educación le permitió ampliar los servicios a sus clientes.

“El bordado no es solo en tela, también se hace en cuero y madera”, explica Olga Morejón, de 63 años. Ella se inició en el mundo del bordado cuando tenía 20 años.

Decora manteles de mesa de variadas formas, también blusas y camisas de diferentes modelos, paneras, individuales y más. Dice que el precio de las prendas varía de acuerdo con el tipo de material que se utiliza en la elaboración. Por ejemplo, prendas con bordados con hilos DMC son más caras.

“Esta actividad viene desde muchos años atrás. Antes se hacían diferentes camisas, como las de los indígenas de Zuleta, había una camisa picada también. Después vinieron más y más modelos, otras figuras, pero lo importante es que se mantiene el bordado a mano”, dice Morejón.

La Esperanza, parroquializada el 30 de julio de 1882, es un pequeño poblado muy antiguo. Se formó en la época de la colonia con la migración de pobladores de Cayambe y Tabacundo. Aunque gran parte del lugar se destruyó en el terremoto del 16 de agosto de 1868, las comunidades volvieron a surgir.

Actualmente, según Pablo Jurado, prefecto de Imbabura, la parroquia La Esperanza tiene aproximadamente 11 mil habitantes, de los cuales al menos el 20% se dedica al bordado. Agrega que los bordadores recorren el país ofreciendo sus productos. Por lo general, visitan Cuenca, Quito y Ambato.

Adela, Olga y otros emprendedores venden sus bordados en una plazoleta junto al Cuartel Yahuachi, en La Esperanza, todos los sábados y domingos de 09:00 a 17:00.

“Yo me siento orgullosa de mantener nuestra cultura, nuestra sabiduría. A mí me gustaría que sigan aprendiendo para que no se pierda lo que nosotros hacemos, nuestros trabajos a mano”, comenta Díaz. (I)

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