Ecuador, 18 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

La tienda, el parque y el zaguán fueron, durante muchos años, los espacios de encuentro cotidiano de los capitalinos

La relación vecinal persiste en el centro

La tienda de la esquina, la zapatería, la cerrajería, la panadería o la papelería, son algunos lugares de encuentro en los barrios residenciales del Centro Histórico. Fotos: Mario Egas / El Telégrafo
La tienda de la esquina, la zapatería, la cerrajería, la panadería o la papelería, son algunos lugares de encuentro en los barrios residenciales del Centro Histórico. Fotos: Mario Egas / El Telégrafo
06 de septiembre de 2015 - 00:00 - Redacción Quito

En el Centro Histórico existen sectores que mantienen las formas de relación comunitaria y que ‘conviven’ junto a zonas en las que prima el comercio y de las que la mayoría de sus habitantes sufrieron una suerte de éxodo.

Un ejemplo de lo primero es el barrio San Blas, ubicado en el extremo norte del casco colonial y una de cuyos habitantes es Olga López (79 años), originaria de Ambato y quien vino a la capital a los 12 años y se convirtió en moradora del área 2 años más tarde.

Olga perdió a casi toda su familia en el terremoto de 1949, luego se mudó a Quito junto con su hermana mayor.

Vende periódicos y caramelos en la plaza del área desde hace 50 años. Dice que todos la conocen como ‘la dura de San Blas’. Siempre tiene para sus vecinos un saludo o una pequeña charla y mantiene buenas relaciones con todos.

Ahora llega temprano a su casa para descansar, pero —rememora— cuando era joven amanecía en los bailes del barrio. La gente ya no se reúne tan a menudo como antes, pero cuando se trata de una celebración barrial todos colaboran y se organizan, asegura.

San Blas es uno de los pocos barrios del centro que mantiene una dinámica de convivencia vecinal similar a la que primaba décadas atrás; aquella en la que los habitantes del lugar comparten espacios comunes de encuentro, tales como una tienda, una papelería o una cerrajería y se organizan para efectuar algún evento social o para solicitar alguna obra a las autoridades.

Según Juan Paz y Miño, historiador y ex-Cronista de la Ciudad, en barrios como San Roque, San Blas, San Marcos, San Juan y La Tola se mantienen los lazos comunitarios, aunque no con la fuerza que tenían en décadas pasadas.

Paz y Miño comenta que la panadería, la tienda, la ferretería, el restaurante, la sala comunal, el parque y otros espacios barriales crean las condiciones y el ambiente para estrechar los lazos de solidaridad, de comunidad, de vecindad que se han mantenido por décadas.

Y es justamente afuera de la panadería o de la tienda donde Félix Marín y Marcelo Proaño, ambos toleños de 76 años, suelen encontrarse todavía.

Olga López vive en el barrio San Blas. En su casa antigua viven inquilinos desde hace más de 30 años, con ellos mantiene excelentes relaciones.

Cuentan que fueron compañeros en la escuela y desde entonces su amistad ha perdurado. Recuerdan que las calles del barrio eran empedradas y las casas eran diferentes; incluso algunas fueron construidas sobre los espacios que funcionaban como canchas de fútbol.

Dicen que hace varios años todos los del barrio se conocían y eran comunes las reuniones en cualquier esquina o junto a un poste de luz. Todo giraba en torno a los 4 equipos de fútbol que había en el barrio: Valparaíso, Colón, 10 de Agosto e Iberia. A partir de esta organización incipiente lograron fundar la Liga Barrial La Tola.

Aunque aún se observa la convivencia de los vecinos en las tiendas, o algún saludo fraterno en las calles, según Marcelo, la relación entre los moradores ha cambiado principalmente —afirma— porque han llegado personas de otras provincias y los habitantes originarios del lugar se han marchado.

“La mayoría de los toleños ha dejado el barrio, se han ido a vivir en el norte, en los valles o al sur. (...). La gente de provincia fue la que compró las casas. Somos pocos los toleños que quedamos, exagerando somos unos 30”, comenta Marcelo.

Con él coincide Elsa Tulmo (50 años), quien vive desde hace 10 años en el Panecillo. Comenta que la mayoría de sus vecinos son inquilinos, pues los oriundos de la zona fallecieron o se fueron a otras áreas de Quito. Dice que por lo general no son muy organizados, pero que cuando se trata de una minga (trabajo comunitario) colaboran todos.

Paz y Miño explica que en los años 60 la gente de clase media y alta salió del centro hacia el norte y que, además, durante esa década y la siguiente, se vivieron procesos acelerados de migración interna provocando que los barrios populares se extiendan al sur de Quito.

Según Alfonso Ortiz Crespo, actual Cronista de la Ciudad, barrios como San Marcos, La Loma y San Roque son lugares que mantienen la dinámica de barrio porque son los sitios que perdieron menos población. Para José Barrera (65 años) esta es la razón de que San Marcos sea el último sector de Quito en donde todavía hay una relación entre vecinos, afirma.

Él llegó al barrio hace 7 años con su local Madera Noble. Niños, jóvenes y adultos lo saludan cuando pasan frente a su negocio. Sin reparo, José siempre les devuelve el saludo con la misma cordialidad. “Antes había la vecindad; eso es lo que hemos perdido en esta ciudad. Ahora no sabes quién vive al lado, ni arriba, ni al frente; no conoces a nadie”, dice José, quien agrega que la vecindad también implica algunos problemas. Y es que una de las características de la convivencia barrial —asegura— es que todos los vecinos saben de la vida de todos.

Sin embargo, en otras zonas del centro, como los alrededores de la plaza de Santo Domingo, la plaza de San Francisco y la plaza del Teatro, habita poca gente. Según Paz y Miño, estos sectores sufrieron un vaciamiento. Por ejemplo, alrededor de la Plaza de la Independencia existen locales y bodegas y excepcionalmente se encuentra alguna vivienda. “La calle Guayaquil y Mejía se han convertido en netamente comerciales; las casas son bodegas, ya nadie vive ahí”, agrega.

Menciona que otra de las razones de la pérdida de la convivencia barrial es la transformación de la infraestructura del barrio. Las casas del centro tenían un patio central donde los vecinos podían convivir, lo que les permitía reafirmar su vida comunitaria. Para Paz y Miño, eso se pierde cuando la arquitectura (en otros puntos de la ciudad) cambia, modificando también las relaciones.

El historiador recuerda que la alcaldía de Augusto Barrera tenía el propósito de repoblar el Centro Histórico llevando embajadas, universidades, cadenas hoteleras y planes habitacionales. “Eso se perdió con la nueva Alcaldía. No sé si tienen un proyecto parecido”, asegura.

No obstante, algunos barrios del centro han conservado esas motivaciones de amistad y acercamiento al otro, lo que les permite encarar necesidades del barrio como mejoras de calles. “Quizás, conforme nos vamos a apartando del Centro Histórico esa vida se va perdiendo. Sobre todo en el norte, la gente es individualista. Difícilmente en los edificios hay una comunicación permanente”, comenta Paz y Miño. (I)

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

El Telégrafo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media