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El país reproduce dos especies de anfibios que se creían extinguidas

El país reproduce dos especies de anfibios que se creían extinguidas
Foto: Miguel Jiménez / EL TELÉGRAFO
28 de junio de 2017 - 08:15 - Redacción Sociedad

Dos especies de anfibios -endémicas de Ecuador y que se creían extintas- fueron redescubiertas y al momento se trabaja en la reproducción ex situ para intentar una reintroducción a su hábitat.

Jambato negro de páramo y Atelopus nanay se llaman los ejemplares que están en esa situación. El primero fue hallado en una población de la  provincia de Cotopaxi y el segundo, en el bioparque Amaru de Cuenca.

  Hace 28 años no se conocía de ningún espécimen de la familia de los jambato negro en Imbabura, Pichincha y Cotopaxi, su hábitat natural, por lo que herpetólogos creyeron que su desaparición era un hecho.

Sin embargo, hace un año se descubrieron 43 de ellos y al momento, gracias al trabajo que desarrolla el Centro Jambatu, junto con el Ministerio del Ambiente (MAE), se logró que una pareja reprodujera 500 huevos. Están en fase de renacuajo.

“Esperamos que los esfuerzos permitan que se pueda lograr una reproducción de esta especie y en el futuro, una reintroducción a su hábitat para que los estudiantes puedan encontrarlos como lo hacíamos en el parque Cotopaxi”, detalló Luis Coloma, director del Centro Jambatu.

Este centro es la base del trabajo del proyecto de conservación de anfibios y recursos genéticos (PARG) que impulsa el MAE; y para lo cual también hay el apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Ecuador alberga la tercera fauna de anfibios más diversos del  mundo con 579 especies y de estas 241 son endémicas del país.

Sin embargo, se conoce que 186 (33%) las especies del país  están en peligro de extinción, de las cuales 18 son nativas.

El principal inconveniente es la destrucción del entorno, la contaminación y el cambio climático. Por esa razón, se desarrollan acciones para mitigar la afectación.

“Proteger a los anfibios e investigar sus recursos genéticos significa generar potenciales fármacos para contrarrestar enfermedades y otros aplicativos biomédicos que aportan a la bioeconomía como una forma de desarrollo social y productividad”, explicó Tarsicio Granizo, ministro del Ambiente.

El centro alberga un banco de vida que contiene el 40% de las especies existentes en el territorio nacional. En un contenedor están dispuestos de forma ordenada y con los niveles adecuados de conservación: pieles, moléculas, germoplasma y elementos bióticos de aquellas en peligro de extinción.

“Aquí se hace un intenso trabajo, incluso, para criar los alimentos vivos y en movimiento que ingieren los anfibios, ya que parte de los ejemplares criados se  comercializa en el exterior a precios que superan los $ 300 por ejemplar”, dijo Granizo.

Muchas personas los adquieren como mascotas. Por esa razón, cada uno tiene un minucioso catálogo para su cuidado adecuado.

Esta venta constituye una fuente de ingresos para el funcionamiento del centro, por lo que cuidan estrictamente las ingestas de las ranas.

Además, hay un criadero variado de insectos, porque al igual que los humanos no pueden comer siempre el mismo tipo de alimentos. Hay microorganismos, larvas y pequeños grillos que aportan el calcio necesario para una buena estructura ósea.

“Toda la alimentación es estrictamente vigilada para que tengan los nutrientes necesarios y se logren buenos huesos para que no tengan inconvenientes, incluso, para la reproducción, pues es necesario que el macho abrace a la hembra y pueda procrear”, indicó Marco Deerosi, administrador del criadero. (I)

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