Juan Cominges tiene la misma edad que tenía Fidel Castro cuando este, con uniforme militar y fusil al hombro, ingresó a La Habana encabezando una revolución que modificaría en adelante el rumbo de su país. Con esos mismos 33 años, el pasado domingo, Cominges esperaba, unos metros detrás del balón, a que el árbitro diera señal con su silbato para poder correr y disparar desde el punto penalti.    

Era la oportunidad de oro para que su equipo, el Cienciano, de Cusco, un excampeón de la Copa Libertadores de América, que buscaba el ascenso a primera división frente al Deportivo Carlos Mannucci, se pusiera adelante en el marcador y despertara en su afición la esperanza de la victoria posible.    

Una cámara registra esa carrera por completo. Dos segundos después de que Cominges ha empezado a moverse, el balón, impulsado por su pie, sale disparado hacia el costado derecho de un arquero que vuela al otro extremo como si buscara escapar del epicentro de la derrota: gol. La cámara que sigue a Cominges se cierra alrededor de su figura -torso delgado, cabello largo recogido en un moño- esperando atestiguar lo acostumbrado: el abrazo de otros jugadores, las sonrisas del entrenador, uno que otro aficionado intentando salir en las fotos. Pero, repentinamente, Juan Cominges hace lo inesperado. Ya es el minuto 29 del partido cuando el jugador, en medio de su algarabía, se saca la camiseta y deja ver una leyenda que reza: ‘Hasta la victoria siempre, Fidel’.  

Ese día había pedido al utilero que le comprara un crespón negro en memoria del Comandante, para usarlo en el brazo izquierdo durante el cotejo. Pero se le ocurrió una idea mejor, utilizó los marcadores con los que se definen las tácticas en la pizarra y escribió sobre aquella camiseta una dedicatoria al revolucionario que había sucumbido a la muerte tras sobrevivir a más de 600 intentos de asesinato. “No sabía si iba a tener la oportunidad de mostrar el mensaje, pero lo deseaba”, dijo después del partido.       

Luego los aplausos de los hinchas desde los graderíos. Los comentarios de los relatores de radio y televisión poco acostumbrados a la lectura política, al símbolo que, en tanto lenguaje, permite escapar de la cancha y llegar, digamos, a una isla de 11 millones de habitantes que llora por su líder muerto.    

“En la cancha y en la vida hay que dejarlo todo por nuestros sueños e ideales” fue la frase con la que Cominges intentó aclarar más tarde y a través de la red social Twitter el mensaje de su camiseta. Los medios de comunicación, sin embargo, se le han adelantado. Se habla ya de un ‘homenaje a Fidel Castro’, de un ‘acto temerario’, de una ‘sorpresa política’ para intentar cercar el acto del futbolista.

Entendible esa preocupación en un medio en que se ha creado una imagen del jugador casi torpe con el uso de la palabra, poco interesado en lo que sucede fuera de la cancha. El acto de Cominges estaba ahí, no solo para recordar a Fidel, sino para sacudir una audiencia que poco hace por ver más allá del graderío.

“He recibido muchas muestras de cariño, pero también muchas quejas. Me quiero desligar de algo político porque siento que la política en estos tiempos es para poseer al otro. Yo considero que las revoluciones son personales primero. Por supuesto que es mucho más difícil generar un cambio ahora con los mensajes que te venden los que hoy gobiernan”, dijo el centrocampista.  

Él, además, dice que no hubo mala intención, que hizo lo que sentía profundamente en la cancha y en la vida. No es la primera vez que Juan Cominges, un delantero discreto, silencioso, con un paso casi invisible por el fútbol argentino, muestra simpatía con un líder de la Revolución Cubana. Hace unos años cubrió una parte de su brazo con la imagen de Ernesto ‘Che’ Guevara. “Lo admiro por la valentía de ir más allá de sus posibilidades, fue capaz de no pensar en él. Me parece inspirador. Tengo un hijo de un año y 4 meses que se llama Ernesto en homenaje a él. Rescato del ‘Che’ esa capacidad de desprendimiento, de ir a una lucha que tenía más para perder que para ganar”, le manifestó a un diario peruano.        

Ir más allá de sus posibilidades es lo que le tocará, también, a Cominges y sus compañeros de Cienciano, equipo que, a pesar de imponerse 2-1 frente a su oponente, no alcanzó el puntaje necesario para retornar a la serie A del campeonato peruano de fútbol. (I)

El futbolista que lee, escribe y escucha a Silvio

Juan Cominges tiene una columna en un periódico deportivo, practica el yoga, le gusta la música del trovador cubano Silvio Rodríguez, también la del español Joaquín Sabina, pero es la salsa el ritmo que más lo ha acompañado en la vida porque creció con eso.   

“Yo soy del Callao, mis padres y abuelos también. Yo crecí escuchando salsa en el barrio Los Pilares, que queda en la avenida Colonial, frente a la Ciudad del Pescador. Ahí nací y a los 6 años nos mudamos a Ventanilla, a la Ciudad del Deporte. Fíjate que después de eso yo entrenaba en Lurín, en Campomar”, comenta en una entrevista con diario Uno, de Perú.  

No tuvo ni fiesta de graduación y su primer trago fue a los 27 años por lo menos, confiesa. Se formó en Universitario de Deportes. Pasó Bolognesi de Tacna, el Sporting Cristal. Luego, por el Colón de Santa Fe de Argentina, después Estudiantes de La Plata. En Argentina le descubrieron una lesión congénita en la columna, a los 21 años. Venía arrastrando esos dolores desde los 19.

“Por eso es que necesitaba mucho de esas historias, porque tuve una lesión en la L5-S1, la quinta vértebra lumbar se me llegó a partir en tres. Era prácticamente imposible volver a jugar fútbol. He pasado mucho tiempo en ese proceso y leer estas historias me han ayudado mucho”. (I)