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Salir del clóset, una decisión que definitivamente cambia tu vida

Salir del clóset, una decisión que definitivamente cambia tu vida
Foto: José Morán
19 de marzo de 2018 - 00:00 - Redacción Séptimo Día

“Nunca olvidaré ese día. Después de haber jugado con mis hermanos Súper MarioBros decidí contarles que me gustaban los chicos y que estaba enamorado de un compañero del colegio. Un silencio casi sepulcral invadió la habitación. Mi ñaño se levantó, salió del cuarto y en pocos instantes entró mi papá con el látigo. Me dieron una cueriza que nunca olvidaré”, así fue como Juan Carlos ‘salió del clóset’.

De aquel episodio dramático ya han pasado 20 años, pero Juan Carlos lo recuerda “como si hubiera sido ayer”, porque en ese mismo instante su vida cambio por completo. “Me cambiaron de colegio y me controlaban al máximo. Me llevaron con un psicólogo y mi relación familiar se redujo a nada. Mis papás y mis hermanos me marginaban totalmente. Nunca faltaron frases como ‘actúa como hombre’, ‘párate bien’, ‘camina bien’ o ‘Habla bien’ y eso que nunca he sido amanerado. Los domingos me llevaban a jugar pelota con mis primos y ellos se burlaban de mí”.

Para algunos padres, enterarse de que su hijo o hija es lesbiana, gay, bisexual, transgénero, transexual (LGBTI) o con dudas sobre su orientación sexual o identidad de género puede ser complicado, asegura Isabel Endara orientadora familiar, especializada en problemas juveniles. “A pesar de que la sociedad de ahora está mucho más abierta, aún existe desconocimiento sobre la diversidad de género y continúa el rechazo de padres a sus hijos producto de la desinformación y los prejuicios preconcebidos”.

La especialista aconseja que lo primero que hay que hacer es escuchar a su hijo y expresarle su amor y reconocer su valentía por la confesión. “El temor más grande de un hijo es que sus padres lo rechacen, haciendo que su vida esté muy alejada de la tranquilidad, la seguridad, la confianza y la felicidad que un hogar debe proporcionar”.

“Después de mi confesión ya no me veían igual. No me celebraron cumpleaños y el único regalo que recibía en Navidad era la ropa que me compraban días antes para ponerme esa noche. Me controlaban las llamadas telefónicas y no me dejaban ir a la casa de mis amigos. Cuando había una visita en casa no me dejaban salir a saludar. Fui marginado por completo, era la vergüenza de la familia. Sé que hay chicos y chicas que han tenido experiencias peores que las mías, pero no dejan de ser malas experiencias”, asegura Juan Carlos, quien al año de haber salido del colegio. Empezó a trabajar y se fue de la casa cuando alquiló una habitación en una casa en la que reciben a jóvenes universitarios de provincias.

“Tuve que decir que era de Machala para que me aceptaran en la pensión. Con el tiempo les conté la verdad y no me dijeron nada, la relación no cambió en nada y seguí viviendo con ellos hasta que alquilé un departamento. Hasta la fecha mis padres no me hablan. Les da igual si los visito o no para Navidad o algún cumpleaños. Casi ni conozco a mis sobrinos, a quienes les han dicho que soy una mala persona y solo me buscan cuando se han ido de viaje y quieren que les dé una miradita a la casa, no sin antes advertirme que no quieren indecencias en ella. Es muy doloroso porque yo perdí a mis padres el día que les confesé mi orientación. No sabía que esto llegaría a tanto”, agrega Juan Carlos, quien a pesar de extrañar a su familia no se arrepiente de haberlo hecho.

“Desde que salí de casa he hecho todo porque se sientan orgullosos de mí. Terminé la Universidad, aprendí tres idiomas, tengo un buen trabajo y soy un buen cristiano, pero haga lo que haga no hará que ellos me vean con buenos ojos. Los amo a pesar de todo y entiendo que fueron criados en otro tiempo, siempre me harán falta”.

No siempre es fácil aceptar la homosexualidad de un hijo o de una hija. La psicóloga Cristina Rojas explica que algunos padres no logran entender ni aceptar esta condición y no vuelven a ver jamás a sus hijos. Otras parejas se separan porque la madre respalda a su hijo o hija y el padre no, o porque se culpan entre sí. Otros van a grupos de apoyo durante un tiempo, hasta que optan por amar incondicionalmente a ese ser al que le han dado vida. Ella, madre de una persona diversa, ha ayudado a otros y ha logrado abrir espacios para hablar del tema.

La primera pregunta que suelen hacerse los papás es por qué, qué hicieron mal, si lo mimaron mucho, en el caso de los hombres; o si le exigieron demasiado, en el caso de las mujeres. La especialista aconseja dejar de formularse esa pregunta –si se hace o se nace homosexual– y no buscar culpables y los invita a plantearse a cambio el para qué. Según ella, la respuesta la tiene cada padre y pensar que “lo único que sé es que tengo un hijo diverso, que tiene los mismos derechos de los demás ciudadanos, incluido el de llevar una vida digna como cualquier otro”.

La historia de Juan Carlos por dolorosa que resulte no es un patrón que siguen todos los padres o no siempre ocurre así en todas las familias. “Creo que nadie debe forzar a los chicos a confesar nada. Ellos son los únicos en decidir en qué momento lo hacen”, agrega.

Jesús Generelo, uno de los líderes internacionales de los movimientos LGBTI en España apunta que en algunas circunstancias el armario “sigue siendo la única opción de supervivencia” por lo que, mientras se lucha para que eso no ocurra, hay que evitar criminalizar a aquellas personas que no pueden hacer visible su orientación sexual.

Señala que uno de los motivos por los que todavía cuesta salir del clóset es porque existen riesgos. “El mayor porcentaje de crímenes de odio sigue siendo por orientación sexual, por delante del racismo y es el principal motivo de acoso en las escuelas”, detalla.

De hecho reconocer la homosexualidad o bisexualidad sigue siendo un tabú para gran parte de las nuevas generaciones. Otras personas, de generaciones posteriores, llevan casi toda una vida encerradas en esa ‘jaula de oro’.

Aunque no existe un manual ‘mágico’ para salir del armario, da ciertas recomendaciones:

Elige bien el momento
Lo principal es tenerlo muy claro. No debes salir del armario si te sientes confuso, presionado o si no estás preparado para enfrentarte a las respuestas que puedes recibir. Señala que la persona tiene que “saber realmente qué mismo quiere hacer en ese momento determinado” y añade que es importante “contar con una cierta garantía de que vas a tener apoyos, bien por parte de tu familia, con los amigos o en el terreno escolar”.

Prepara el terreno
Antes de lanzarte a la piscina puede ser de ayuda tantear las reacciones de tu entorno. Sacar el tema en alguna conversación o hablar de algún amigo homosexual o bisexual.

Ver cómo reacciona la familia te puede dar un margen de maniobra. “En la mayoría de los casos no va a haber ningún conflicto porque los padres ya lo sospechan y lo van a aceptar con normalidad”, explica.

En cualquier caso recomienda no quedarse con estas primeras reacciones ya que los familiares pueden cambiar de actitud si se trata de una persona cercana.

Busca aliados
Contar con una persona de confianza entre tu familia, amigos o en tu entorno escolar o laboral es aconsejable. Recuerda que también puedes contar con asociaciones LGBTI que te pueden asesorar en este momento.

Explica que lo normal no es contárselo a toda la familia a la vez, sino que primero se elige a algún pariente con el que la persona “se encuentra más cómoda y siente que hay más confianza”. “Puede ser una hermana, o la madre. Las mujeres suelen ser, en términos generales, más receptivas”, explica.

De esta forma se puede ir creando el clima adecuado para abrirse al resto de la familia y puede ser una forma de superar la inseguridad y la ansiedad.

No lo haga si...
No se debe salir del armario en un momento de discusión o enfrentamiento. Tampoco si la familia se está enfrentando en este momento a algún problema grave. Hay que escoger un momento tranquilo.

De este modo, explica, “habrá un tiempo para hablar, conversar, repetir lo que haga falta a los padres para que la relación sea lo más positiva y confortable posible”.

Hay que tener en cuenta que la situación de cada uno puede ser muy complicada. “Si decirlo puede acarrear que te echen de casa y no tienes recursos, o que te quedes sin trabajo, no se puede recomendar salir del armario”, advierte. “La visibilidad es importante, pero la vida y la integridad de las personas lo es más”, señala.

Sube escalón tras escalón
Salir del armario no es cuestión de un día ni dos. En ocasiones el proceso puede durar meses o incluso años. “Todo depende del entorno en el que te desenvuelvas”, señala. “Puede que seas visible para tus amigos, pero no para tu familia, o cambias de trabajo y tienes que volver al armario”.

La ‘desarmarización’ no tiene edad
Hacer visible tu homosexualidad es una decisión personal, por lo que no hay una edad prescrita para hacerlo. Según señala el activista, “es un proceso muy íntimo que cada uno debe vivir a su ritmo”.

En cualquier caso, recomienda hacerlo “cuanto antes mejor, porque te evitas muchos conflictos internos, muchos miedos y muchas angustias vividas en soledad. “Tener miedo a afrontar este momento es normal, pero cuando se supera merece la pena porque se dejaría de ocultar una parte muy importante, que es lo que tiene que ver con la afectividad, las parejas o la familia que se va a formar en el futuro”. (I)

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