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El Telégrafo
Rosalía Arteaga Serrano

Una transición ordenada

25 de mayo de 2021 - 00:00

Con seguridad habrá una serie de análisis y juicios de valor sobre lo que ha significado el gobierno de Lenin Moreno para el país, muchos de ellos relativos a su llegada de la mano del Socialismo del siglo XXI y su posterior ruptura con esta corriente que tanto daño le ha hecho al país y al continente: sin embargo queremos ahora obviar ese tipo de interpretaciones y pensar en lo que han significado estos últimos tiempos, desde la segunda vuelta electoral, cuando se definió quien sería el Presidente del Ecuador, días en los que hemos visto la conformación de equipos y la decisión sobre los colaboradores.

La historia política ecuatoriana no ha sido precisamente prolífica en transiciones organizadas, más bien ha estado plagada de sobresaltos, de poca claridad en el traspaso de información. De lo que hemos visto, precisamente a través de los medios de comunicación y por parte de los dos mandatarios, la estructuración de esos equipos permitirá al nuevo gobierno el tener información importante para empezar su accionar.

Esperemos que no se den sorpresas ahora que ya se ha instalado el gobierno de Lasso y que el despegue que anuncia se produzca, primero con la ofrecida administración de vacunas para nueve millones de ecuatorianos en los primeros cien días de su gobierno, tal como se ha comprometido en su campaña electoral y reiterado en los días previos a su posesión como nuevo mandatario del Ecuador y luego con la ejecución de políticas económicas y sociales que le brinden seguridad y tranquilidad al país.

La transición viene dada desde las políticas que se toman con relación a la imparcialidad del ejecutivo durante el proceso electoral, que debe estar garantizada para evitar interferencias de todo tipo que puedan presentarse, va por el cumplimiento de los tiempos y plazos electorales, por la limpieza de los procesos encabezados por el órgano electoral, que, si bien en la primera vuelta estuvieron empañados por la falta de organización, se manejaron a la altura de las circunstancias en la segunda vuelta, sobre todo por la contundencia de la diferencia de votos entre los dos candidatos finalistas.

Hay la esperanza entre muchos ecuatorianos de que se dejen atrás las políticas de atropellos e intervenciones arbitrarias, que empecemos un período de verdadero respeto a las libertades, de transparencia en los actos y en las acciones, de tranquilidad ciudadana basada en las certezas del buen comportamiento de las autoridades tanto del ejecutivo como del legislativo, así como en los procederes siempre ajustados a derecho del órgano judicial.

Sabemos también que muchas de estas previsiones y esperanzas habrían sido imposibles sin el período transicional del Presidente que termina sus funciones, sin la apertura demostrada y su decisión de permitir que la justicia actúe con independencia, que se respeten las libertades; creo que esto hay que reconocérselo al Presidente Moreno, en bien de la democracia ecuatoriana.

La lucha debe continuar, nada está garantizado, pero al menos hay esperanzas y de esto en mucho se alimentan las naciones, pero también tenemos que estar conscientes de que las esperanzas suelen transformarse en un bumerang muy peligroso cuando lo que sueña y aspira el pueblo se traiciona.

La necesidad de actuar con transparencia, sin ulteriores elecciones electorales o partidistas es un imperativo. La vida del país, la de sus habitantes, depende en mucho de lo que hacen sus autoridades. El juicio de la historia marcará las percepciones sobre el gobierno que fenece y el que se inicia ahora.

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