La semana pasada, 2 noticias económicas relacionadas con países cuyos gobiernos optaron por un manejo nada ortodoxo de su deuda externa destacaron en el mundo.

Una, el regreso del Ecuador al mercado de capitales luego de 6 años de declarar a parte de su deuda externa como “ilegal e ilegítima”, decretar la moratoria y recomprar el 93% de esos compromisos a precios muy por debajo del precio original. El Gobierno destacó el ‘éxito’ de la operación y hasta los ‘analistas’ más críticos del régimen resaltaron lo positivo del hecho.

Dos, el fallo judicial en Estados Unidos por el que Argentina deberá pagar cerca de $ 1.500 millones a acreedores que se negaron a renegociar años atrás (el 8% de su deuda), vendieron sus papeles a “fondos buitres”. El juez ordenó a un banco estadounidense que debite de las cuentas argentinas recursos para pagar a eses actores.

“Este fallo es contrario no sólo a los intereses de la Argentina, sino también a los del 92% de los acreedores que creyeron en el país y en la reestructuración de su deuda, y también va en contra del funcionamiento del sistema económico y financiero global”, declaró enseguida la mandataria argentina Cristina Fernández.

Hasta el Fondo Monetario Internacional expresó su preocupación por “la posibilidad de implicaciones sistémicas más amplias” sobre futuras reestructuraciones de deuda, dando más poder a los fondos.

La historia de la deuda de ambos países está salpicada por episodios comunes: corrupción, beneficio de unos pocos en detrimento de las mayorías, créditos ilegales e ilegítimos, y voluntad de reestructurar el peso de una deuda que mermaba el desarrollo social y económico de esos pueblos.

Liderados por gobiernos progresistas, los 2 países decidieron ingeniarse para que la deuda deje de ser una condena y se convierta en una oportunidad para crecer. Dieron y siguen dando la pelea en un mundo que ha visto los costos de que mande el poder financiero y especulativo.

Por ahora, los resultados fueron distintos: Argentina metida en una situación inédita y conflictiva, y Ecuador con recursos para seguir financiándose, lejos de los malos augurios relacionados con el cierre de puertas después del default.