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Un Tarantino sin cadenas explora en la esclavitud

Un Tarantino sin cadenas explora en la esclavitud
21 de enero de 2013 - 00:00

@Spikelee: “La esclavitud americana no fue un spaghetti western de Sergio Leone. Fue un holocausto. Mis ancestros son esclavos traídos de África. Yo les brindaré honor”.  Este tuit, del actor/director/guionista Spike Lee,  a propósito de la cinta Django Unchained (2012), de Quentin Tarantino, la que todavía no había visto antes de escribir su protesta, fortaleció los temas de debate y discusión que la misma película ofrece: esclavitud y racismo.

Tarantino se presenta como profesor de historia en segunda ocasión. La primera “lección” impartida fue con Inglourious Basterds (2009) en la que, desde un agudo humor, introdujo a la audiencia al Holocausto judío y al nazismo.

Ahora, con Django Unchained, presenta una historia ambientada dos años antes de la Guerra Civil estadounidense. La trama gira en torno a un  esclavo negro (Jamie Foxx), a quien King Schultz (Christophe Waltz), un cazador de fugitivos, promete darle la libertad. Django, al ser liberado, se queda al lado de Schultz y lo ayuda a encontrar a los delincuentes más buscados de la época, con la meta de poder rescatar a su esposa. Todo esto con el reguero de sangre que Tarantino disemina en sus películas, desde  la inquietante Reservoir Dogs (1992). 

El director, considerado ‘lo kistch de lo kistch’, no tiene reparos en volver a  las mismas fórmulas utilizadas en películas anteriores. Excesiva violencia, sarcasmo y géneros poco aclamados del cine, en este caso, un spaguetti western. Tarantino tiene licencias y su trayectoria se las ha otorgado de buena gana.

El discurso de la violencia empleada por Tarantino en sus películas es un ‘leimotiv’ que aparece en toda crítica que se realiza sobre las películas del director.

En este caso, lo que se discute no es qué tanto la cinta Django Unchained es “irrespetuosa” hacia la memoria de quienes fueron esclavos o quienes sufrieron por el tráfico de esclavos, segregación y racismo en los Estados Unidos.

De hecho, como afirma Tarantino en una entrevista, realizada por el periodista inglés Krishnan Guru-Murthy, en la que el director enfurece por las preguntas en torno a la violencia, responde: “En la película hay, efectivamente, un diálogo sobre la esclavitud, que no ha estado en discusión para nada”.

El tono de burla que mantiene esta película, y otras de Tarantino también, es pertinente, si se piensa en que el humor es tan solo una manera de ejercer el contrapoder, y la violencia es tan solo una forma de catarsis.

Una vez más, Quentin quiere romper un tabú, porque si bien hace mucho que la discusión cesó en torno a estos temas (esclavitud, racismo, etc.) la película hundió espada en las sensibilidades. 

El uso, para muchos indiscriminado, de la palabra ‘nigger’ o ‘negro’, las escenas jocosas y la ultraviolencia, hicieron que ciertos miembros de la prensa estadounidense arremetieran contra de la cinta.

Actores también lo hicieron, pero el caso más pronunciado y fuerte, no por primera vez, fue  el de Spike Lee.  Tarantino ya había tenido un conflicto con el actor/director/guionista por la película Jackie Brown (1997).

Pero en Django Unchained ya no se ve  a un Tarantino que solo pretende entretener, sino que hace una denuncia y con una sobrecarga de criticidad. Él  lo logra sin la necesidad de moralizar el discurso propuesto en el filme. Los asesinatos justificados, los chistes mordaces y la ironía burlesca de ciertas escenas abundan en la película.

Y la crítica de Tarantino no solo se dirige hacia el sistema en sí de esclavitud de la época, sino que también vierte punzadas hacia los norteamericanos blancos que pensaban que su raza era superior y que su ideología de “santificación” por medio de la represión al otro “más débil”, era la forma legítima de llevar a la sociedad.

En una crítica del rotativo norteamericano The New York Times, se afirma que  lo que se puede ver en Django Unchained es el disgusto moral ante la esclavitud, la simpatía por el débil y lo que solía llamarse hermandad.

En el filme, las víctimas de la historia se convierten en los héroes; el director intenta otorgarles la reivindicación a los de raza negra.

Este nuevo estreno de Tarantino trae un tema que lo utiliza como reciclaje de otras cintas: la venganza. Kill Bill (2003), Death Proof (2007) e Inglourious Basterds cuentan, asimismo, con un personaje que busca saldar cuentas pendientes con el “ojo por ojo”.   

Adrian Martin, crítico de cine australiano, en una conferencia dictada sobre la película de Tarantino ambientada en la Segunda Guerra Mundial, se plantea la siguiente pregunta: “¿Puede Hollywood reescribir la Historia?”.

La respuesta del crítico, en el caso del director norteamericano, es que él causa más confusión en lugar de brindar algún tipo de resolución. Sin embargo,  tampoco se le puede exigir una reflexión sesuda o muy intelectual del asunto, aseveró Martin.

Un filme políticamente correcto no sería un filme de Tarantino, es por eso que la película del director es evidencia de que él también está desencadenado, y desde hace mucho tiempo.

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