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Un panorama desde la terraza idílica de la revolución

Un panorama desde la terraza idílica de la revolución
04 de agosto de 2013 - 00:00

Desde las Terrazas (Cuba), Especial 

Hay un paraíso escondido, rodeado de palmas, ríos y montañas, en el noroeste de Cuba. Allí no hay delito. Tampoco policía. Sus calles, sobre senderos ondulantes, no tienen nombres, solo señales que avisan que a la izquierda vive Berta, más allá está el “Café de María” o a la derecha el “Museo de Polo Montañez”, el popular sonero cubano fallecido en un accidente de tránsito en el 2002 y que vivía allí en una encantadora casa frente al lago San Juan.

Las viviendas no están apiñadas unas al lado de otra. Se avizoran entre senderos de montaña a la vista del lago, donde desemboca el río, también llamado San Juan. Las casas parecen pintadas en un cuadro donde la naturaleza le ha cedido un pequeño lugar al hombre.

El pueblo de Las Terrazas ha resistido al paso del tiempo, a la caída de la URSS y al bloqueo estadounidense. Hoy, es un lugar donde el socialismo se practica de la mano del turismo, la sencillez y la vida en comunidad.

Con poco más de un millar de habitantes, Las Terrazas quedó enclavado en la nueva provincia de Artemisa, arrebatándole este pedazo de tierra a Pinar del Río, en la Sierra del Rosario, la primera reserva de la biosfera declarada por la Unesco en Cuba. Casi el 70 por ciento de sus habitantes trabaja en el turismo; el resto se reparte en servicios, las áreas de salud o educación, el sector forestal o la agricultura.

Las Terrazas ha resistido al paso del tiempo, a la caída de la URSS y al bloqueo estadounidense

“Llevamos una vida tranquila. Aquí nos conocemos todos y todos trabajamos por el bien de la comunidad”, dice a EL TELÉGRAFO Ania González Valdez, de 47 años, guía de turismo.

El pueblo se fundó en 1971. El proyecto buscaba unir a los campesinos que apenas sobrevivían alejados los unos de los otros en bohíos (chozas) labrando la tierra, que en muchos casos ni siquiera les pertenecía. El plan preveía que los “guajiros” debían entregar sus tierras a cambio de una casa en el pueblo. Solo a los que eran dueños de sus tierras se les otorgaba una casa en propiedad; los demás recibirían una vivienda que le pertenecía al Estado. Entonces los campesinos se dividieron entre “creyentes” y “no creyentes”.

“No se trataba de una cuestión de fe religiosa, sino de confianza en el proyecto. Los que vinieron en una primera etapa, o sea los creyentes, recibieron casas ubicadas a la vera de senderos de montaña. Los otros, los no creyentes, se unieron solo después de que se dieron cuenta de que no eran promesas falsas”, cuenta Ania.

Los “no creyentes” tuvieron que conformarse con vivir en pequeños edificios de no más de tres pisos. “Hoy quedan unas siete familias que son propietarias de sus casas. El resto de las viviendas pertenece al Estado”, afirma.

Casi el 70% de sus habitantes trabaja en el turismo; el resto se reparte en servicios, las áreas de salud...

Aquí la comunidad es lo primero. No hay actividad privada, como ocurre en el resto de la isla, donde florecen restaurantes y oficios por cuenta propia en el marco de las reformas avanzadas por el gobierno de Raúl Castro. Solo se observan campesinos que venden sus productos. Artesanos y pintores venden sus obras “pero siempre deben darle un porcentaje a la comunidad”, afirma Ania.

En el pueblo se destaca el hotel Moka-Las Terrazas construido sobre una de las colinas con vista al lago. Fue inaugurado en 1994 por impulso del ex ministro de Turismo, Osmany Cienfuegos, hermano mayor del mítico comandante guerrillero Camilo Cienfuegos, desaparecido en 1959 en un accidente de aviación pocos meses después del triunfo de la Revolución. Osmany, de 83 años, vive en el pueblo, donde es una especie de “presidente honorario”, comenta Ania.

Y si alguien quiere alojarse fuera del hotel puede optar por alguna de las viviendas comunitarias. “Son casas de vecinos a las que se les ha agregado una habitación que pertenece a la comunidad. El vecino puede entonces alquilarla a turistas y se queda con una parte del dinero. El resto se destina al pueblo”, cuenta Ania. Todas estas habitaciones comunitarias fueron construidas respetando el medio ambiente, tanto que una de ellas fue levantada entre una mata de mango cuyo tronco forma parte indisoluble de la casa.

Las Terrazas recibe a diario la visita de decenas de turistas, extranjeros y nacionales, que llegan desde La Habana, a poco más de una hora en automóvil. Aquí los turistas pueden practicar caminatas de montaña, bañarse entre las cascadas del río San Juan, visitar el antiguo cafetal Buenavista –el único lugar en toda la isla donde es posible divisar las costas norte y sur- o realizar “canopy” (tirolesa o tirolina) en una velocísima travesía a más de 30 metros de altura que atraviesa el lago y las copas de los árboles.

1.000
habitantes aproximadamente residen en Las Terrazas, el último recodo totalmente socialista de Cuba.

Nadie que haya estado aquí puede irse sin saborear el “Café de María”, una anciana vivaz que durante la construcción del poblado se ganó fama de preparar el mejor café de la zona. “Todos los constructores iban a su bohío a tomar café. Luego, con el impulso del turismo, las autoridades crearon el estatal “Café de María” en la propia casa de la mujer y con el tiempo le adosaron un espacio donde hoy funciona la cafetería. Pero todavía se pude ver a María acodada en su ventana recibiendo a los turistas.

¿Y cuál es el secreto de su café?, le pegunta EL TELÉGRAFO.

María sonríe y contesta:

“Chícharo y garbanzo” (ella bromea sobre el extendido uso de “alargar” el café con esos granos durante los durísimos años 90).

“Aquí -asegura Ania- todo se decide en conjunto. Hay un consejo de vecinos formado por personas destacadas que tienen a su cargo los asuntos del pueblo”.

¿Y si alguien quiere mudarse aquí, o uno de los siete dueños de sus casas decide vender su vivienda, está permitido en la isla?, pregunta EL TELÉGRAFO.

Nunca ha sucedido que un propietario quiera vender su casa. Imagino que, llegado el caso, el consejo vecinal decidiría qué hacer. Pero nadie puede venir a vivir al pueblo por su cuenta. El consejo debe aprobar su llegada tomando en cuenta si su presencia aquí es esencial para la comunidad.

Las Terrazas, hoy, es el último reducto totalmente socialista de la reciente Cuba.

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