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Un coloso que guarda libros

Un coloso que guarda libros
14 de julio de 2013 - 00:00

Buenos Aires es una ciudad de sorpresas. Suda tinta en sus innumerables librerías desparramadas en sus cien barrios, algunas abiertas hasta horas inverosímiles como en la tradicional Avenida Corrientes, “la que nunca duerme”. Pero hay una que reina sobre todas,  el Ateneo Gran Splendid, montada sobre un viejo teatro que conserva ese halo de solemnidad que caracteriza a las grandes librerías del mundo.

La cita es en la avenida Santa Fe al 1860, a pasos de la avenida Callao, a unas 30 cuadras del Obelisco, que marca el centro neurálgico de la capital. La línea D del Subterráneo (Metro) deja al viajante a solo tres cuadras de allí. Antes de llegar, a escasos metros,  se pasa frente a otra librería, pequeña y acogedora, demostrando que aquí, en la Reina del Plata, hay lugar para todos.

El Ateneo Gran Splendid, abierto el 4 de diciembre del año  2000, es un “monstruo” con números que impactan:  2.000 metros cuadrados de extensión, 12 millones de visitas anuales, 90.000 títulos, 200.000 libros, 25.000 Cd y 10.000 filmes.

Pero no solo es de por sí un faro de cultura. También es un lugar con historia. La librería está protegida por un edificio de principios del siglo XX, donde en 1903 se inauguró el Teatro Nacional o Norte, remodelado en 1919 cuando pasó a llamarse Gran Splendid Theatre. Allí, las señoras de la alta sociedad realizaban sus eventos de caridad y asistían a veladas conocidas como “Viernes de moda” o “Domingos selectos”.

Ya en 1923, en ese mismo edificio nacía la mítica Radio Splendid y con ella las primeras audiciones de radiofonía argentina a través de sus recordados “Conciertos y Concursos de Tango”. El 1 de octubre de 1924 el “zorzal criollo”, Carlos Gardel, hacía su debut en radio desde los micrófonos de la emisora. Por sus pasillos también pasaron figuras como Ignacio Corsini, Lola Membrives, Azucena Maizani y Roberto Firpo, quien compuso el tango “Gran Splendid” en 1927.

Los ganadores de estos concursos grababan su disco en el sello del dueño del teatro, Max Glucksmann, cuya sede también funcionaba en el edificio. El mito dice que Glucksmann, un inmigrante austríaco, le enseñó a Gardel a darle más potencia a su voz en las grabaciones: lo hacía colocarse de espaldas a una silla y asirse del respaldo para expandir su caja torácica.

El teatro dio paso al cine en 1926 y solo tres años después se estrenó “La divina Dama”, la primera película sonora conocida en Buenos Aires. El teatro volvería recién en 1964, pero el séptimo arte se adueñaría otra vez del espacio en 1973. En febrero del 2000 se exhibió el último filme, “Belleza Americana”, de Sam Mendes. Diez meses después, sometido a una minuciosa restauración que respetó la originalidad del edificio, nacía el Ateneo Gran Splendid, el más importante de los 34 locales desparramados en toda la Argentina por la cadena de librerías El Ateneo, una marca tradicional del país austral creada en 1912 y hoy asociada a la firma Yenny.

Ya la fachada del edificio invita a sacar la cámara fotográfica para inmortalizar una marquesina de estilo griego con figuras femeninas (cariátides) que sostienen los balcones. La librería ocupa tres de sus pisos y mantiene todo el “glamour” de un teatro  de antaño.

Primero se accede a un gran hall de entrada. Allí ya se observa a decenas de clientes recorriendo sus recovecos, cámara fotográfica y de video en mano, en una visita turística -cultural. El hall está dedicado a la música (especialmente tango y folclore), al cine y la televisión (las mejores series de TV). Y de allí se accede al Salón Central, desde donde se observa la cúpula con pinturas decorativas que constituyen una alegoría a la paz, obra del pintor italiano Nazareno Orlandi.

Aquí vale la pena detenerse un minuto. La cúpula mide 20 m x 19 m x 3,65 m. Fue hecha con una técnica denominada “marouflage” (una tela pintada adherida al yeso), que permite observar las imágenes desde cualquier ángulo del salón evitando deformaciones. En el centro se encuentra Atenea, la diosa de la guerra y la paz. Además se observa una máquina de proyección con una cinta cinematográfica extendida (en representación del futuro), junto a palomas con ramas de olivo, querubines y alegorías de la abundancia como el trigo y la vid. La conciliación de los hombres queda expuesta en la calidez del lugar, en un homenaje al fin de la Primera Guerra Mundial. En el anillo de la cúpula convergen los pueblos del mundo rindiendo honores a la tierra.

Los flashes, las poses entre amigos y familias se suceden en cada rincón. “Es la mejor librería, por lejos, que vi en mi vida”, se entusiasma el chileno Yoram Hes, de Viña del Mar.  “Me la recomendaron unos amigos, sabía que era un viejo teatro, pero nunca imaginé algo así”, le dice a El Telégrafo después de pedirle a su interlocutor que le saque algunas fotos con su novia.

El Salón Central presenta en sus distintas naves una amplia variedad de libros: novelas, poesía, teatro, filosofía, comunicación, religión, autoayuda, arquitectura, arte, fotografía, maternidad, decoración, turismo, cocina, política, historia, derecho, economía, diccionarios y biografías. Para todos los gustos. A los costados se disfruta de cómodos sillones donde el visitante puede leer el libro que desee, el tiempo que quiera. O tendrá la opción de adueñarse de uno de los seis palcos que dan al amplio salón –tres en cada lado, repartidos en planta baja, primero y segundo piso- para leer en esas improvisadas “salas de lectura”.  En el centro del Salón una escalera desciende hasta el subsuelo, donde se creó un sector exclusivo para la literatura infantil y la recreación de los niños, con libros y música. También allí hay secciones dedicadas a música para adultos, con jazz, rock nacional e internacional, bandas de sonido, música del mundo y latina.

Por escaleras o ascensor se accede al primer piso, que bordea desde una altura de 10 metros el Salón Central dejando ante sí una vista inmejorable. Allí, el visitante encuentra una amplia variedad de libros de medicina, psicología, animales, jardinería, manualidades, técnicos, computación, educación, deportes y mecánica.

“Esto es increíble. Algo nunca visto. Que sea en un teatro le da un toque impresionante. Ya compramos varios libros”, dice a El Telégrafo Víctor Padilla, de Caracas, acompañado por su esposa, Adriana. Caminar por los recovecos que dejan los estantes colmados de libros asemeja a recorrer los pasillos del Palacio de Cristal, de Naciones Unidas. Parejas que hablan en inglés o francés, diferentes acentos latinoamericanos y en especial decenas de brasileños.

En el segundo piso, el panorama se abre otra vez para la música, clásica, ópera; películas, de acción, comedias, clásicos, terror y aventuras. Y una sala de conferencias. El tercer y último piso no está habilitado.
Y por si algo faltaba, después de largas sesiones fotográficas, husmeando libros y buscando ofertas,  el visitante tiene la oportunidad de almorzar o tomar un café en el bar levantado  donde alguna vez estuvo el escenario del viejo teatro. Menú diario, o  empanadas, sándwich, cafetería, dulces, todo acompañado por un buen libro traído desde cualquier estante.  Y hasta un piano.

“Soy de Río Gallegos (capital de la patagónica provincia de Santa Cruz, donde nació el fallecido ex presidente Néstor Kirchner). Cada vez que vengo a Buenos Aires me doy una escapada. Aquí se combina arquitectura con lectura. Vengo siempre y simplemente me siento a leer mientras tomo un café”, dice a El Telégrafo María Elina Burdet.

Cerca de ella, mientras fotografía a su madre, Ana Luisa Borim Trevisam, de Santa María, Río Grande do Sul, sur de Brasil, afirma: “es un lugar único, diferente, nunca creí que existiera algo así”.

No es la única que lo piensa. El diario The Guardian la nombró la segunda librería más importante del mundo solo detrás de la reconocida Boekhandel Selexyz Dominicanen de la ciudad de Maastricht, Holanda. Por los pasillos del Gran Splendid  ya han pasado escritores consagrados como el fallecido Ernesto Sábato, Paul Auster, Andrés Rivera, Mario Benedetti, Rosa Montero, Mario Vargas Llosa, Ivonne Bordelois y Slavoj Zizek, entre otros. Aquí se organizan presentaciones de libros, discos, exposiciones, ciclos de lectura, debates y conferencias. También en sus salones se realizan actividades recreativas para niños, como narración de cuentos, juegos, talleres de arte y espectáculos de títeres. La librería Ateneo Gran Splendid –ya convertida en un ícono de Buenos Aires- respira cultura.

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