Toda la agresividad posible

Feeling Good -en el tocadiscos, como es natural, Nina Simone-, mientras me devora Cobra, de Severo Sarduy.

Al libro llegué por el placer de explorar lo raro, de auscultar en la “evidente” superficie del cuerpo, de descifrar la gramática de la piel.

Había leído una breve reseña que su íntimo amigo y curador oficial de su obra, Roberto González Echevarría, realizó de Cobra, e inmediatamente, cual colibrí en celo,  salí en búsqueda de la novela. Claro, no la tenían en ninguna parte, así que decidí, groseramente, fotocopiarla. Luego, en una librería por la Plaza Foch, encontré la obra completa de María Antonieta Pons, Blanquita Amaro, Rosa Carmina o Ninón Sevilla, como se hacía llamar Severo, dependiendo de sus gustos cinematográficos o musicales del momento.           

Acudo siempre a este libro, pues encuentro, en cada lectura, una herida que no termina de sanar y una obra que no acaba de realizarse. Al principio, es un texto sobre la iniciación sexual, para luego convertirse en una narración sobre  la metamorfosis corporal y el travestismo verbal.

Severo Sarduy sabía que el cuerpo, “el sacrificado de nuestra cultura”, debía regresar “con la  violencia de lo reprimido a la escena de su exclusión”, y es por ello que Cobra condensa toda la agresividad posible de la transgresión y la subversión del lenguaje somático.