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Ovejero, un amante del texto incómodo y excesivo

Ovejero, un amante del texto incómodo y excesivo
22 de marzo de 2013 - 00:00

Esa llamada que en la mitad de la medianoche le cambia la vida a alguien es casi un patrimonio del suspense. Es difícil decir qué es lo que le pasa ahora al escritor español José Ovejero -aunque sí se lo ha planteado-, luego de enterarse en Estados Unidos, antes de salir el sol, que en su país lo nombraban el ganador de la última edición del Premio Alfaguara de Novela.

Sí le pasa a Samuel, protagonista de “La invención del amor”, novela ganadora de la última edición del Premio Alfaguara, en una decisión que fue hecha pública el miércoles.

A Samuel le cuentan por teléfono que Clara ha muerto. Él no sabe quién es Clara, pero de pronto se convierte en su leitmotiv: investiga la identidad de esa mujer, y conoce a la hermana, Carina, con quien empieza a vincularse.

Pero la situación se le escapa de las manos a Samuel: Piensa como si tuviera una relación con Clara, se la inventa; pero simultáneamente, cada vez va sintiendo cosas más fuertes por Carina.

Se ha dicho que Samuel lleva una carga personal fuerte del autor. Y lo confirma: asegura que en los personajes que inventa siempre hay algo de sí  y en particular en este texto, en el que el personaje principal es un hombre,  de 40 años,  que vive en Madrid  y debe sortear en su diario vivir algunos problemas de la crisis.

Apunta, sin embargo, que prefiere que los protagonistas tengan sus propias voces y opiniones, incluso contrarias a su pensamiento, es  “literatura, al final, no confesión”.

Algo parecido  pasó en la edición 2012 del Premio Alfaguara, cuando el escritor argentino Leopoldo Brizuela construyó   una novela a partir de una situación que vivió -sin comprender del todo en ese entonces- en su adolescencia, en la dictadura.

A diferencia de Brizuela, Ovejero no se   catapulta  a la internacionalidad recién ahora. Desde que lanzara en 1994 su primera obra, el poemario “Biografía del explorador” (que le significó también su primer premio: Ciudad de Irún), ha publicado 17 libros. Es casi un promedio de uno por año.

Años más tarde, en 1998, obtuvo el premio Grandes Viajeros, con su título “China para hipocondriacos”, donde relata un viaje realizado al sudeste del país oriental.

Ya había publicado cuatro libros, y mientras recibía el Grandes Viajeros -donde Rosa Montero celebraba que “un escritor tan importante ganara un nivel de visibilidad”-, decía Ovejero que se había presentado sobre todo porque, en ese entonces, era “un absoluto desconocido en el mundo literario”.

Ovejero ha escrito obras en todos los géneros literarios: narrativa, poesía, ensayo... un ejercicio que ha compaginado con colaboraciones regulares en prensa escrita. En 1998, decía al diario El País, de España, “me gusta tocar géneros diferentes para conservar la frescura y no encerrarme en recetas”.

Suma a su vitrina este nuevo galardón, el Alfaguara, en una edición donde los inscritos alcanzaron una cifra récord: 802 obras (entre esas, 19 de autores ecuatorianos).

El año pasado, su texto “La ética de la crueldad” ya le había procurado el Premio Anagrama de Ensayo 2012, obra en la que evidencia un interés de causar conmoción, de perturbar al lector.

Es un poco como lo que hace el cineasta austriaco Michael Haneke, autor de las películas  “La cinta blanca” y la desgarradora “Amour”. Y es que la crítica literaria española habla de la forma en que Ovejero pone al espectador/lector en un ambiente que es humano pero cruel y que -fuera del contexto del humor, esto es importante según el escritor-, enfrenta al que lo lee con sus propias miserias, que debe sentirse incómodo. Es que se aleja de la crueldad de exhibición -del espectáculo-, para arribar a una reflexión obligatoria sobre la propia naturaleza.

Son escenas que provocan salir del cine, pero la curiosidad, el morbo son pegamento en la butaca.

Y es lo que perseguía Ovejero con su ensayo ganador del Anagrama. En la primera página de “La ética de la crueldad”  ha dicho que todo surgió de una charla sobre excesos que le invitaron a dictar en la Universidad de Lehigh (Pensylvannia).

“Siempre me  han atraído los libros excesivos, los autores excesivos, el exceso en todas sus formas”, contaba en la introducción, y añadía que no demoró en decidir que hablaría sobre la crueldad, “una de las formas de exceso más recurrentes en el arte”.

Santillana, editorial a la que se adscribe Alfaguara, ha previsto imprimir 1.000 ejemplares de “La invención del amor” en Quito.

“Seguro que había obras tan buenas o mejor que la mía, siempre hay un poquito de suerte de lotería en cada premio”, dijo el miércoles Ovejero en un encuentro vía telefónica que dio a medios de comunicación iberoamericanos, tras conocer el fallo que lo declaraba como ganador.

Ovejero, de 54 años,  explicaba ahí que, en su novela, “el hecho de que haya amor no significa que hay romanticismo, ese sentimiento idealizado alejado de la realidad, de lo corpóreo, de los problemas, de los efectos, que elimina todas esas cosas y las traduce en un drama. Yo creo que los personajes se salen de esa cursilería, porque son complejos y las relaciones no son románticas, son contradictorias”.

Pese a que en “La invención del amor” existen guiños evidentes a la actual crisis económica que se vive en España, Ovejero explicó que su obra lo que pretende no es precisamente retratar lo que pasa en el país, sino más bien “lo que hace es reflejar ciertas sensaciones de la atmósfera. Es una representación en la que el lector puede reconocerse”.

Ovejero es consciente de que sus obras pueden ser incómodas. El nuevo ganador del Alfaguara sostiene que es su manera de concebir a la literatura, una más como el artesano que intenta hacer más cómoda su obra para el público, “y el artista que no piensa en eso, sino que hace el objeto que quiere hacer”.

Se enmarca en el segundo tipo que ha descrito, ese que al momento de escribir no está pensando a quién le va a gustar, cuántos libros va a vender o si será cómodo o no.

“Bueno, entonces el resultado es que mis obras puedan ser más incómodas que las de otros, aunque trabajemos con los mismos materiales, con las palabras, con el texto”, dice.

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