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Opiniones

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03 de diciembre de 2012 - 00:00

Cecilia Ansaldo, crítica literaria

Oscurana es una novela en varias líneas. En la de una construcción dinámica que se mueve en varios tiempos –fechas del pasado a año fijo, en el presente, también situada con calendario, en contextos ubicables de Guayaquil-; en la línea de un moroso trabajo con el idioma que se cuece en el caldero de la poesía –su autor viene de una larga trayectoria de poeta-; también en otra en que hace culto del efecto de la literatura en la vida de varias personas.

Claro está, el núcleo es Pablo Palacio, el ser humano y el mito. (...) No hay que saber quién es Palacio  para leerla. Pero a quienes estamos imbuidos e inmersos en la pasión por el gran Pablo, resulta deleitable ponerle cuerpo y situación a su meteórica vida y escritura.

Wilfrido H. Corral, especialista literario

Las biografías imaginarias tienen un papel ambiguo, porque dan memoria y dignidad a obras insignificantes o subestimadas que podrían ser semejantes en valor a las canónicas, más allá de los guiños al público enterado.

Oscurana se instala en esa dinámica, y es a la vez un misterio que se abre y se sigue abriendo, vida tras vida, para abrazar otros mundos.

Por esto el pasado que inventa esta novela no se queda en el pasado, y se lanza al presente, agobiándolo hasta el punto de que sus personajes casi se convierten en notas a pie de página, como todos nosotros.

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