Ecuador, 16 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

No existe nada que se llame camorra o que se le parezca

No existe nada que se llame camorra o que se le parezca
22 de enero de 2013 - 00:00

Es urgente leer y releer la novela homónima de Roberto Saviano. Tal vez con ella sea más fácil de digerir la narrativa audiovisual de un filme sobre la camorra, titulado “Gomorra”, que ganara el Grand Prix en el 61 Festival de Cine de Cannes. Tal como ya se ha visto con filmes latinoamericanos como “Rodrigo D. No Futuro”, “La Vendedora de Rosas” o “Pizza, Birra y Fasso”, la violencia es un elemento indisoluble de la trama en la que cinco personas luchan por vivir como parte o “normalmente” fuera de la protección y las reglas de la organización de crimen organizado, en este caso, la más temida y reconocida de Europa, por supuesto surgida e integrada tan solo por los nativos de Italia.

En cada película que vemos sobre los criminales ítaloamericanos creando caos en Estados Unidos y América se nos dice que no existe tal cosa como la mafia o la cosa nostra, así mismo uno entra al relato de “Gomorra” con la convicción de que no existe tal cosa como la camorra. Sin embargo, esta organización es más que real y el barrio napolitano de Scampia retratado en el filme del cineasta Matteo Garrone es visitable cualquier día de la vida de cualquier persona que desee conocerlo. Allí es donde adolescentes como Totó y Simone se entregan desde apenas entrados a la pubertad a las órdenes y las manos de los jóvenes gatilleros del crimen organizado italiano, donde prevalecen valores como la lealtad, el amor familiar y la voluntad para hacer todo lo que sea necesario, para desempeñarse como vigías, mensajeros o compañeros de armas de los leales sirvientes de los jefes del barrio. En el mismo lugar, Don Ciro, el responsable de entregar el dinero, trata de entablar una amistad con María, madre de Simone, tomándose un café con ella cada vez que puede o ayudándole con los quehaceres en su casa, pero dentro de su horario de visitas a una lista de hombres y familias que sirvieron lealmente a los líderes de Scampia y a su organización criminal.

Uno quiere mirar hacia cualquier otro lado no deseando creer lo que se aprecia en la gran pantalla, donde conviven el de buen corazón Roberto, que acaba de iniciar su labor como mano derecha de uno de los elegantes y sabios jefes en el duro, pero necesario oficio de la disposición de desechos; los tontos y amantes de las armas y la violencia “Sweet Pea” y su socio, un dueto que más de una vez sueña con hacerse con el poder en Scampia y para ello quebrantan las reglas básicas de convivencia en el barrio, haciendo tonterías como robarse un arsenal completo de la camorra y usarlo para pasarse disparando al panorama mientras están en ropa interior; y Pasquale, un hombre que desde niño ha sido la mano derecha de un costurero que se compromete a entregar vestidos de alta costura de primera mano a famosos diseñadores y casas de moda, pero ahora es contratado por los chinos como un “maestro” para enseñarles, en apenas diez clases, cómo confeccionar productos de alta costura.

Todos ellos de alguna manera terminarán muertos, aunque sea por dentro. El ejemplo claro es Roberto dejando a su jefe y alejándose por la carretera luego de establecer que él es diferente, o Don Ciro, quien pide al aparente líder de la recién formada banda de los Cesionistas que le permita vivir porque no está hecho para la guerra, por ello acude a recolectar el dinero que debe entregar como siempre, y se queda totalmente impávido mientras sus integrantes matan a todos los soldados de la camorra y al joven líder barrial con el que Don Ciro se reunía, dentro y fuera del apartamento de este último personaje.

Unos minutos después, Don Ciro escapa con su ropa manchada de sangre dejando atrás el barrio en el que siempre vivió, olvidando su oficio de entregar dinero a los leales a la camorra.

Sin embargo, no hay que equivocarse, “Gomorra” no es un relato de redención ni una de esas famosas advertencias audiovisuales para que la historia no se repita. Es sí, un retrato sesgado de una dolorosa y supurante realidad en la Italia contemporánea, donde perro come perro y vives y dejas morir o las ves claras cuando estás tirado en el pavimento agonizando. Algo así como “El Padrino Parte III”, donde se veía cómo los socios de Michael Corleone le pedían también lavar su dinero y manos en agua bendita. En “Gomorra” lo que importa no es el sentido o el significado sino la acción en sí misma, siempre descarnada, brutal e innecesariamente cargada de violencia física.

Tampoco ayuda el ver cómo el jefe de Roberto es el vivo ejemplo del ideal del fin justifica los medios, ya que luego de que dos botes de desecho tóxico se derramaran sobre uno de los camioneros que lo transportan y el resto de los choferes detiene el trabajo hasta que se les explique qué hacen y su compañero sea llevado a un hospital, decide pagarles a todos y traer niños, que él mismo dirigirá, para que manejen los camiones con desechos tóxicos en medio de la cantera donde están tirando el peligroso material.

Te podrán matar mientras te bronceas artificialmente o te hacen el manicure, pero lo cierto es que las violentas irrupciones de los miembros de la camorra, en pantalla, están acompañadas de una muy especial música incidental supervisada por Giovanni Guardi. La fotografía a cargo de Marco Onorato y la edición de Marco Spoletini son de otro nivel si se considera que, respectivamente y muchas veces en conjunto, dotan de bellezas narrativa y visual a una historia de muerte, traición, egoísmo y el haz lo que quieras mientras satisfagas tus más recónditos y sucios deseos de superación.

La dirección general de Garrone, quien también colabora en el guión junto a otras cinco personas, incluido el libro homónimo que da génesis al filme, es la que permite que “Gomorra” no caiga en arena movediza ni en la categoría de una película más sobre el crimen organizado o de apología de la violencia urbana con fines de enriquecimiento ilícito.

No es una historia para tomar lados o ponerse a señalar con el índice hacia quién es bueno o quién es malo sino para simpatizar o antagonizar con personajes que hacen lo que deben para sobrevivir en el duro día a día del Nápoles y la Italia contemporáneos.

Los retratos que Salvatore Abruzzese, Gianfelice Imparato, Carmine Paternoster y Salvatore Cantalupo hacen, respectivamente, de Totò, Don Ciro, Roberto y Pasquale son imprescindibles para la manera en que audiovisualmente se cuenta la historia de la Camorra. El adolescente que desea ser parte del crimen organizado para alcanzar su hombría y probar su valía, el perro faldero que siempre acató las órdenes pero ahora busca una salida, el hombre honrado que no encontró mejor trabajo que el de disponer de desechos y que se aleja de él al comprender la verdadera suciedad de ese oficio, y el hombre de mediana edad obediente y trabajador que ya está dispuesto a avanzar en la vida y hacerse su propio nombre en un negocio que deja a cualquiera en el anonimato, esos son ellos.

Por eso, el casting realizado por Costanza Boccardi y Alessandra Tutolo es más que efectivo cuando cada actor calza a la perfección en su personaje y no solo aquello, sino que se transforma en esa persona y el que se sienta ante la gran pantalla cree que está conociendo por primera y única vez a Totò, Don Ciro, Roberto y Pasquale, cada uno con sus aciertos y desaciertos, virtudes y defectos, añoranzas y realidades.

Los niveles de compromiso de cada actor con el relato audiovisual son muy diferentes, más bien lo que se percibe es una necesidad de que sus personajes están en la historia que se nos cuenta ya que de no estar ahí, todo el argumento y la trama se caen al piso como una pizza de segunda mano que compramos sin darnos cuenta en cualquier cuchitril neoyorquino.

Como el buen vino, “Gomorra” mejora a medida que avanza su metraje, aunque no puede evitarse sentir que varios de los sucesos vistos en pantalla son predecibles de acuerdo con la perfecta división en marcados y bien delimitados episodios en el relato que se desarrolla ante los ojos de quien acude a la sala de cine. Sus 137 minutos están cargados de acción y de diálogos que aunque parezcan muy simplones dicen más que cualquier encuentro entre Commudus y Maximus, Darth Vader y Luke Skywalker o Michael Corleone y su rival o consiglieri de turno. Ya el documental “Videocracy” demostraba que algo huele a podrido en Italia, pero en “Gomorra” no solo descubrimos de dónde viene ese olor sino que aprendemos cómo infecta al resto de la sociedad su perenne presencia.

FICHA TÉCNICA

Director: Matteo Garrone
Elenco: Salvatore Cantalupo, Gianfelice Imparato, Maria Nazionale.

CALIFICACIÓN: 4 estrellas. No deje de verla.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

El espectador desde el inicio es anoticiado que hay un oscuro poder que pretende dar una lección a los jóvenes con conciencia política.

Social media