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El Telégrafo
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Homeland, una joya de la televisión gringa

Homeland, una joya de la televisión gringa
02 de diciembre de 2012 - 00:00

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dijo que es su serie favorita. Hace poco ganó cuatro Emmys y dos Globo de Oro. La historia es sobre la CIA, la agencia de espionaje estadounidense. Hasta allí suena interesante y lo es. Homeland representa, sin exageración, una joya de la televisión gringa.

Se trata de un thriller que recoge como insumo la guerra contra el terrorismo. La segunda temporada, que arrancó el pasado 30 de septiembre, empieza en el escenario, todavía ficticio, de un bombardeo israelí a centrales nucleares iraníes. Esa es la coyuntura de la serie, pero no el conflicto principal, que es más bien doméstico.

La trama inicia cuando el “marine” Nicholas Brody es rescatado en Irak tras ocho años de cautiverio bajo el rigor de un  grupo yihadista comandado por Abu Nazir, una imitación, si se quiere, del clérigo radical Moqtada al Sdar que se convirtió en un dolor de cabeza para los soldados estadounidenses en la segunda guerra del Golfo.

Brody regresa a su país convertido en héroe. El problema es que ahora su lealtad ya no es hacia el águila calva, sino al Corán. Ahora es musulmán y sufre de síndrome de Estocolmo. En su período de secuestro su espíritu fue quebrado hábilmente. A lo largo de la serie se demuestra cómo. De eso se da cuenta la agente Carrie Mathison, un personaje interpretrado brillantemente por Claire Danes (tal vez la recuerden por su papel en Stardust).

Y en este punto es donde surge uno de los tantos méritos de la serie. El trabajo de Danes es soberbio, impecable. No solo convence, sino que conmueve. Su última aparición en la primera temporada ocurre recibiendo electrochoques luego de perder el horizonte. La actriz retrata una locura con una holgura que sorprende.

No queda claro. Nunca lo ha dicho, pero Danes parece aplicar el famoso método Stanislavski. Cuando interpreta locura, parece loca. Su mirada está perdida, sus pupilas se mueven de un lado a otro, le tiemblan los labios, el maquillaje y peinado la ayudan. No solo conmueve sino que  asusta. La actriz se ha metido en el papel, al puro estilo del difunto Heath Ledger con Guasón.

Danes simplemente aprovecha el guión, le saca el jugo literalmente. La evolución que hace su personaje a lo largo del programa le permite mostrar sagacidad y locura al mismo tiempo. Carrie pierde la razón al no poder probar la traición de Brody, una verdad que ella consideraba irrefutable. Al “probársele” que estaba equivocada se queda sin piso y ella misma decide internarse en un manicomio. Esos giros en el personaje le permiten a Danes desarrollar todo su esplendor actoral. Sus otros compañeros de reparto no lo hacen mal, pero su poderoso trabajo los opaca.

Mandy Patinkin merece una mención especial. Interpreta a Saul Berenson, un alto cargo de la CIA y mentor de Carrie. Aunque a veces cae en el estereotipo de padre bonachón, la tranquilidad que transmite impresiona. Es el centro de Carrie, todos confían en su criterio. Lo que él dice suele ser la verdad, por eso cuando se entera de que su ex delfín siempre tuvo razón, la serie nuevamente cambia de rumbo. Eso en la parte artística, pero en lo técnico Homeland prueba que se puede innovar y aplicar técnicas cinematográficas en la televisión.

Cuando Carrie muestra  desequilibrio mental, la cámara la acompaña. La imagen se mueve de un lado a otro, planos aberrantes perfectamente aplicados. No hay exageración. Entonces se alcanza la mezcla perfecta: unos diálogos que mantienen el vilo, actuaciones sobresalientes, un innovador uso de la cámara y banda sonora acorde al misterio. Hay escenas tipo manjar, que toman toda la noche digerir, que place verlas una y otra vez. Hay espectadores que sencillamente no pueden dejar de moverse por la desesperación (pero de la buena) que deja el programa.

La segunda temporada tiene doce capítulos, lo mismo que la primera. Generalmente las series suelen tener 20 o hasta 25 entregas. Y aunque eso parezca una mala noticia para los seguidores de Homeland en realidad no lo es: este tipo de guiones no puede, no merece, alargarse para el disfrute económico de las grandes cadenas de televisión. Lo bueno dura poco y en este caso así debe ser. Sino ocurrirá como con Lost. En ese caso el misterio se subdividió tanto y se crearon tantas tramas que al final todo quedó en nada.

Y esa sensación no debe cuajar. Lo mismo pasó con Smallville que, supuestamente, era sobre el inicio de Superman. El programa duró tanto que por ahí pasaron todos los personajes de la Liga de la Justicia. En Latinoamérica, Homeland se transmite por el canal FX. Los domingos, a las 20:00, un capítulo nuevo. Ya van por la segunda temporada. Pero si en realidad quiere disfrutarla, véala desde el principio.

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