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“El arte contemporáneo es un campo en formación”

“El arte contemporáneo es un campo en formación”
10 de enero de 2014 - 00:00

Eduardo Carrera es cofundador y curador de la galería de arte contemporáneo ‘No Lugar’, ubicada en el centro de Quito, que desde 2010 lleva luchando para ofrecer un espacio independiente para artistas jóvenes y emergentes. Con la intención de formar redes y crear comunidad, recientemente lanzaron el programa de residencia artística ‘Ciudad de Cruces’.

¿Cómo definiría el panorama del arte contemporáneo en el Ecuador?

Como emergente creo yo. No hay una escena fortalecida. Después de la crisis económica, la típica situación hace que se caigan las galerías y comercios del arte y se vuelve complicado levantar todo. Por ejemplo, no hay galerías en Quito aparte de la de Iliana Viteri, que tiene un mercado estable. Creo que no hay un fortalecimiento específico desde las políticas públicas y privadas: no hay una relación clara entre los artistas y galerías, manuales de buenas prácticas, de cuánto te tienen que pagar por derechos de exhibición, por qué pagan más a unos que a otros... Es un campo que está todavía en formación.

¿Cree que la falta de políticas es la razón de que no haya una consolidación?

En general falta una consolidación como comunidad. Por un lado hay distancias generacionales, y el arte joven se convierte en un mercado con esa denominación específica. Eso también hace que se abran nuevos espacios de profesionalización y que se distancien los artistas porque cada uno necesita generar su mercado de trabajo. Por otro lado, la falta de crítica hace que no exista una historia de las exposiciones...

¿Pero crítica desde un punto de vista académico, periodístico...?

Más como un sujeto que le comunica a la ciudadanía, que no solo es una reseña en el periódico, sino que también te habla de otros contenidos.

Aquí también hay una brecha generacional...

Claro, no hay nuevos intelectuales de esta generación haciendo crítica de arte.

¿Y en el ámbito quiteño?

Fue fundamental que surgiera una institución de arte contemporáneo como el Centro de Arte Contemporáneo (CAC). Como aquí no hay un mercado, al menos las instituciones públicas dan una forma de sustento a los artistas. Antes los artistas vivían de la especulación, no se inscribían en ningún campo de la profesión en el sentido de intercambio de capital.

¿A qué se debe esta falta de mercado?

El ‘No Lugar’, por ejemplo, vende obra, pero no es un ingreso que da para vivir al artista y a mantener el espacio. De repente algo se vende, pero casi siempre se compran entre amigos, entre artistas...aunque sí empieza a haber más mercado. Los artistas siempre venden por su lado, lo que ha desaparecido es la figura del galerista.

Pero claro, también tiene que haber un balance: si el mercado es muy fuerte se distorsiona el arte al perderse libertad creadora.

El mercado tiene sus reglas. Tiene tendencias, formatos para las obras que se venden y las que no se venden. Esto también habla de la forma de producir de los artistas de Quito: tal vez no están tan interesados en el mercado sino en otros campos del arte como el arte relacional, con las comunidades, con cuestiones de genero o el arte urbano.

¿Qué tendencias ve en el arte ecuatoriano actual?

Lo interesante es que los artistas responden a sus subjetividades: no hay una tendencia, hay varias. Se explora una diversidad de cosas, con discursos bastante potentes.

Pero, ¿hace falta una propuesta lo suficientemente fuerte para que se genere una tendencia?

Por un lado las instituciones generan un discurso y una manera de producir en las prácticas artistas, por ejemplo, hay proyectos y formas que son más aptos para fondos concursables que otros. Pero creo que no existen condiciones para que se generen tendencias tan fuertes, recién se están dando. Por un lado están los presupuestos, por otro la cantidad de agentes que empiezan a haber. El campo del arte está en tal efervescencia que las tendencias no surgen todavía. Hay referencias, pero tal vez no hay artistas que problematicen el arte contemporáneo al nivel suficiente como para crear una tendencia, aunque sí hay gente como Miguel Alvear, que está en la Bienal de Venecia. Habría que preguntarse si se está volviendo un referente para los artistas jóvenes en la escena local, por ejemplo.

¿De dónde surge el ‘No Lugar’ y cómo se posiciona en este campo?

Viene de una carencia de contexto que nosotros veíamos como estudiantes de arte. No había una escena para artistas universitarios y jóvenes, y todos los que exponían eran de una generación pasada. Eso hacía que los que iban saliendo se vincularan a otras áreas de las artes como la educación. Esto ha creado huecos en algunas generaciones. Inauguramos la galería en abril de 2010, con una exposición de Francisco Suárez. En esa época éramos 10. Poco a poco nos llegaron más propuestas y en el primer año inauguramos dos exposiciones por mes, así que se demostró que hacía falta ese espacio.

Mas allá de esta necesidad del contexto, ¿cuáles eran sus intenciones estéticas?

Al comienzo era ofrecer un espacio libre y espontáneo, pero luego cuando todo empezó a funcionar, empezamos a pensar en modelos de gestión de espacio, formatos de exposiciones, talleres y la idea de las residencias. Queríamos diseccionar la cuestión de la generación: somos un lugar que trabaja con artistas jóvenes y emergentes, para que se visibilice su trabajo por primera vez.

¿Cuál es la idea detrás de las residencias artísticas?

Las residencias las tenemos desde el inicio. Buscamos generar intercambios entre artistas locales y de otras ciudades, como Cuenca, Guayaquil o incluso internacionales. Queremos aprovechar que vienen artistas de otras ciudades para que den talleres y se creen intercambios libres de conocimiento. Así también logramos estar a la par con otras escenas de Latinoamérica, conectarnos con ellas, porque tradicionalmente el país ha estado invisibilizado en esta escena.

¿Qué propone la nueva residencia ‘Ciudad de Cruces’?

El año pasado hicimos una convocatoria libre durante todo el año y nos dimos cuenta de que la mayoría de los artistas trabajaban sobre la ciudad, exploraban la ciudad. Querían hacer obra sobre su experiencia en Quito. Este año decidimos hacer una residencia que toque este tema del espacio público. La noción de cruces sale de la idea de ciudad como redes de intercambio.

¿Cuál va a ser el producto de la residencia?

Queremos hacer intervenciones en el espacio público, plantear propuestas artísticas que sean críticas en el cuestionamiento de la ciudad y de cómo se genera el derecho a la ciudadanía en Quito.

¿Debe ser crítico el arte contemporáneo?

El arte contemporáneo es una práctica de la problematización. En ese sentido, siempre va a ser crítico.

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