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“Dudo que la poesía pueda estar por fuera de las cosas de la vida”

“Dudo que la poesía pueda estar por fuera  de las cosas de la vida”
07 de junio de 2013 - 00:00

¿El sosiego es la primera sensación que queda luego de leer su poesía, la voz poética llega a usted con esa levedad o la ajusta la música a la palabra?
El tono que adviertes es el resultado de transitar un camino que inició como un desgarramiento, al modo de constatar una herida. Me refiero a que mi primer libro titulado “Vida de nadie” (1999) tematiza asuntos biográficos, de contornos ásperos, donde la identidad personal y las circunstancias de mi vida fueron determinantes para ver el mundo con esperanza pero desde un sentimiento trágico. En mi segundo libro, “Piedra vacía” (2001), cambio el registro y el tema. Abordo un tono reflexivo, autorreferencial, puesto que el sentido del poema, de la escritura y la poesía misma, son los tópicos empleados.

Seguí a Wallace Stevens cuando propuso que el poema era el motivo de la poesía. En “La herida del comienzo” (2005), el tercer libro, vuelvo a la condición humana pero desde otra perspectiva, ahora plural, puesto que intento pensar en la incomunicación colectiva. Asumí este problema en el contexto del conflicto de mi país, donde generaciones enteras hemos crecido sin escucharnos, entre gritos y silencio.

¿QUIÉN ES?

Nombre completo: Felipe García (1973, Colombia). Profesión: Docente e investigador del departamento de Comunicación Social de la U. del Cauca.
Textos publicados: “Vida de nadie” (Premio Internacional de Poesía “Encina de la Cañada”, España).
Foto: Tomada de  www.1.bp.blogspot.com
Con “Mirar el aire” (2009) y “Siega” (2011), los libros más recientes, he llegado al sosiego de las aguas. La turbulencia inicial se torna serenidad, aunque la tensión interna permanece. De allí que tu pregunta sea clave para señalar que la forma tenue del verso, cierta levedad que alcanza, es el resultado de pulir la escritura mediante el trabajo de corrección, de forzar la voz hasta dar con el tono musical deseado, y también es el fruto arduamente conquistado de la contemplación de los seres y enseres del mundo. Ese recurso de la mirada, el ejercicio de ver, es el hilo con el cual he tejido ese camino.

En sus poemas los objetos y los animales tienen un protagonismo inmaterial, como si ellos flotaran quietos en una eternidad, ¿cómo es el nexo que le une a ellos?
Juego con el recurso poético de ver en la naturaleza y sus criaturas como en la civilización y sus objetos, cierto antagonismo que simboliza un estado de armonía y otro de crisis humana. En ello no me interesa ver la corporeidad de las cosas o solo las experiencias de vida como anécdota, sino su sentido simbólico. Hablo, por ejemplo, de la circunstancia de mirar pastar una vaca para sentir en esa imagen un retorno a la infancia, a la placidez del tiempo, y no sentir la angustia de la velocidad, el paso voraz de la edad. En la lentitud de ese gesto se logra tocar la levedad del instante.

Asumí este problema del conflicto de mi país, donde crecimos sin escucharnos, entre gritos y silencioDel polvo, la luz, el silencio, el viento, nace buena parte de tus ideas poéticas, ¿En la cotidianeidad también se deja guiar por estos elementos?
Elementos como el polvo y la luz, el silencio y el viento, remiten de modo claro a simbolizar la dualidad vida/muerte. Con ello no busco ahondar en la escisión, ni insistir en las dicotomías sin vasos comunicantes, a partir de lo que he llamado “La herida del comienzo”. La intención es otra y consiste poner en diálogo esa condición, en tensionar la naturaleza que los opone como fuerzas complementarias. La conciencia orgánica de la existencia, donde lo que nace, se reproduce y muere, determina en parte el sentido de la poesía y de la vida misma en su carácter dinámico, integral de un orden. Dudo que la poesía pueda estar por fuera de las cosas de la vida, ya que la nutre de manera mágica, así como el lenguaje constituye una instancia inseparable de la vida, aunque misterioso también, en muchos casos inadvertidos como potencia transformadora del sentido dado al mundo. Si la cotidianidad es el estado natural de la vida, la poesía hace cotidiano el sentido de la muerte. No me refiero a que ayude a comprender o atenuar su impacto, menos que sirva de consuelo como lo hacen las religiones, sino que su sentido otorga una trascendencia al poder de morir que determina lo humano, como bien lo advierte Heidegger.

De sus versos: “La felicidad de un hombre triste está en su silencio / Esa flor suya que todo marchita”, ¿Qué le ha quedado como eco?
El poema “Astro del triste”, de donde citas los dos versos, en su conjunto es la respuesta a una circunstancia individual, compartida por muchas personas como yo, que hemos sido acosados por la tristeza y el dolor. El poema trata ser una suerte de defensa de lo triste, sin ser una apología de ese sentimiento tan mezquino como dañino. Lo que intento entonces es una mirada diferente al sentido común de la tristeza como condición irremediable de lo humano. El poema resuelve el conflicto porque abre la esperanza al proponer la tristeza como una flor y la risa, lo que damos por experiencia contraria, no es la alegría única ni plena.

Elementos como el polvo y la luz, el silencio y el viento, remiten a dualidad vida/muerteEn el poema “agua rota” se nota un duelo del poeta frente a la necesidad de la escritura, ¿Todavía “escribe para dejar de escribir”?
Hay duelo. La concepción de la escritura allí es de ser carencia, no potencia. Me refiero a que el lenguaje ha perdido el poder de comunicar, de decir el mundo, de traducir en palabras la perplejidad, el asombro, el misterio. En el fondo es un llamado a volver a recuperar su fuerza. Cabe anotar que la conciencia crítica de la palabra es un asunto que nace en el modernismo, se acentúa con las vanguardias y se proyecta en algunas poéticas contemporáneas como la de Octavio Paz, Alejandra Pizarnik o Javier Ponce. También la paradoja, incluso el oxímoron, del verso que citas es algo deliberado. Gusto de unir lo que por naturaleza se opone racionalmente a ser pensado desde su contrario, por eso el estribillo de “escribir para dejar de escribir”.

Cuán doliente fue recoger la poesía que está regada en “la casa sin techo”...
Te respondo con una confesión previa con la cual presento mi libro inaugural, antes mencionado. Dije entonces: “En principio, con el pulso tembloroso quise hacer del sentimiento humano la expresión poética mayor. Por ello, el dolor de vivir figura en cada recodo del libro ‘Vida de nadie’. Su destello alumbra la opacidad cotidiana, enciende la oscuridad diaria, incluso, la quema. El problema de la identidad fue el eje en torno al cual los temas de la orfandad, lo femenino y la infancia, despliegan sus ‘ropajes raídos’”.

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