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Always Franco: síntomas de la política en la expresión

Always Franco: síntomas de la política en la expresión
15 de julio de 2013 - 00:00

Always Franco ofendió a la Fundación Franco, presidida por la hija del ex jefe de Estado.

Ha pasado ya un año y medio desde que Eugenio Merino presentara una exposición que contenía una escultura con la imagen del fallecido dictador español Francisco Franco. Ahora, el artista enfrenta una demanda: La Fundación Francisco Franco exige una indemnización de 18.000 euros (unos $ 23.500) por concepto de daños contra el honor de Francisco Franco, líder militar que gobernó España por 35 años, luego de la Guerra Civil Española (1936-1975).

La obra de la discordia fue expuesta en febrero de 2012, en el marco de la edición de ese año de la feria anual de compra y venta de arte contemporáneo Arco, de Madrid.

Una escultura hiperrealista que muestra al ex dictador metido en una máquina frigorífica expendedora de refrescos, con evidentes detalles del logo de la multinacional Coca Cola... De eso se trata la obra., que recibió el nombre de Always Franco.

Esa fue la que causó la indignación de la Fundación Francisco Franco, presidida por la hija del ex dictador, Carmen Franco Polo, quien ha llevado el caso ante los tribunales españoles.

La Fiscalía ha pedido la absolución de Merino, pues no considera una falta contra el honor de Franco a la obra, a la que ve más bien como una pieza irónica.

Si bien ahora el artista enfrenta un proceso legal por Always Franco, no es la primera escultura de ese tipo que realiza.

Ya en 2010, en la misma feria ARCOmadrid, su obra, también escultórica, Stairway to heaven mostraba a un rabino parado sobre un sacerdote católico arrodillado encima de un imán postrado de bruces sobre una alfombra en señal de oración.

Curiosamente, aquella obra, considerada como ofensiva por los aludidos, resultó ser una forma de poner de acuerdo a las tres religiones mayoritarias del mundo: tanto católicos, como judíos y musulmanes, protestaron por esa escultura.

“El problema no es meter a Franco a
una nevera, sino
la injerencia de la política en el arte”

La obra, por la que la Embajada de Israel en España se había mostrado ofendida, “Valores como la libertad de expresión o la libertad artística sirven en ocasiones de simple disfraz de prejuicios, de estereotipos o de la mera provocación por la provocación”.

Es que Merino es un provocador. Además de haber sido en esos términos en que la Embajada de Israel en Madrid se refirió a su obra, fue así también como lo llamó el diario español El País en el titular de una galería web con fotos de varias de las obras del artista.

Acaso esa denominación es un síntoma: Usualmente, un artista es llamado “provocador” solo cuando confronta desde su obra al poder, al orden establecido.

Y es que precisamente, en eso se especializa Merino. En 2008 presentó la obra Punching box, una escultura que mostraba la cabeza de George W. Bush. También hay una versión de Punching Franco.

Otra de sus obras muestra a un Fidel Castro convertido en zombi; otra, exhibe una Uzi, metralleta hebrea, que desde su cañón echa un disparo que toma la forma de una Menorá, como se denomina a ese conocido candelabro judío de 7 brazos. Estas obras son de 2010.

Es curiosa la forma en que ser un provocador es un significante que bien puede tener doble juicio de valor desde donde se lo mire.

En una entrevista, también a El País, ha dicho que “el arte puede servir para darle una bofetada al poder, para criticarlo, para dar una visión de nuestra época…”. Merino sigue en sus trece: “El problema no es meter a Franco a una nevera, sino la injerencia de la política en el arte”, dice.

Al tiempo, el artista madrileño (1975) advierte en la misma entrevista que la situación es grave “porque todo está dominado por la política”, y agrega que “así que quizá la solución es la revolución y cortar unas cuantas cabezas”.

El jueves, el artista tuvo que acudir al Juzgado de Primera Instancia de Plaza de Castilla. Una semana antes, un grupo de 33 artistas, entre españoles y de otras nacionalidades -incluyendo al mexicano Alejandro Jodorowsky- montó una exposición de apoyo a Merino.

El grupo, que se autodenomina Plataforma Artistas Antifascistas, le dio el nombre de Jornadas Contra Franco a la exposición que fue realizada en Madrid, el 5, 6 y 7 de este mes.

Una parte de la exposición era la obra del artista asturiano Cuco Suárez, un performance en que se extraía sangre con jeringuillas, para luego aventársela a un retrato de Franco, con la intención de “devolverle toda la sangre que derramó”.

El día de la primera comparecencia, Jaime Alonso, vicepresidente de la Fundación Francisco Franco, había dicho a la prensa, en los pasillos del tribunal, que este caso llegaría hasta las últimas instancias si era necesario, “porque esto no se puede llamar libertad de expresión. El insulto no puede ser gratuito para nadie”, detalló El País.

El enfrentamiento legal pone de manifiesto la forma como la política es capaz de interceder, incluso en las versiones de representación que se producen como parte del quehacer artístico.

“El hecho de poner un tope sobre lo que se puede y no se puede hacer ya está limitando la creatividad”, dice Merino, que además lamenta el silencio por parte de “los medios generalistas y sobre todo de Arco”, la feria en la que expuso Always Franco.

En las Jornadas Contra Franco, un letrero indicaba que estaba prohibido tomar fotos. Los artistas lo hicieron porque, dijeron algunos, sienten un poco de miedo. Otros lo reforzaban explicando que se plantearon firmar sus obras como anónimos. La razón: el vicepresidente de la Fundación Franco ya estuvo en febrero de 2012 en Arco, sacando fotografías de la obra.

Da la impresión de que los artistas sintieran una coerción tácita solo con la presencia del personal de la fundación.

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