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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Tareas quijotescas

03 de junio de 2015 - 00:00

Cuando se propuso aquella reforma legal en la que es obligatorio difundir por lo menos un tema musical ecuatoriano por cada tema extranjero, muchos radiodifusores, productores de programas musicales e incluso reporteros de farándula pusieron el grito en el cielo. El temor y la angustia que aquella propuesta causó en más de uno se basaban, como siempre, en un montón de presupuestos amparados en el facilismo, la ignorancia e incluso un cierto tipo de ambición.

Hace mucho tiempo atrás se ha pensado que la música ecuatoriana se reduce al espectro de la música tradicional, de los ritmos autóctonos y, lo que es más grave, en sus peores versiones. En mucho, la idea es buscar no solo lo más comercial sino lo menos complejo, lo más simple y pedestre.

Triste es la realidad cultural de un país en el cual aquellos que deberían preocuparse por difundir lo mejor y convertir en representativo lo más valioso de nuestra producción artística están marcados, entre otros muchos defectos de carácter y vicios del comportamiento humano, por la más prístina pereza jamás vista. Por ese mismo motivo, iniciativas como las del joven radiodifusor Hernán Guerrero y su programa Ecuasónika, transmitido por una radio privada de la capital, no solamente entusiasman, sino también conmueven. Pues con enorme paciencia, con gran dedicación, y nos atreveríamos a decir que con infinito amor, Hernán se ha empeñado en brindarle un espacio de calidad a la música independiente de nuestro país: compositores, cantautores, instrumentistas e intérpretes que no son más destacados ante todo por la falta de entusiasmo de unos medios empeñados en la ganancia con el menor esfuerzo.

En los pocos meses que lleva el programa saliendo al aire cada sábado, en las pequeñas y preciosas ediciones de su concierto en vivo, llamado ‘Sucessions’, en el auditorio de la radio, Hernán ha permitido reubicar en un sitial muy merecido a artistas de la talla de Mariela Condo, Fabián Jarrín, Carlos Arboleda, Umbral… solamente por mencionar unos pocos. Hubo una época en la que, con una mentalidad provinciana y estrecha, se alababa y se mal difundía cualquier cosa porque era ‘talento ecuatoriano’, perdonando cualquier baja calidad o imperfección del tipo que fuera. Hoy, por fin, la música ecuatoriana de calidad se puede escuchar, y sin perdonar nada, más bien contritos por no haberle dado antes en nuestro gusto el auténtico lugar que merecía. Porque el talento musical ecuatoriano no es, de ninguna manera, un talento menor. (O)

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