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Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

¿Qué debe aprender América Latina de Podemos?

28 de mayo de 2015 - 00:00

Lo ocurrido en España este último fin de semana da para varias lecturas desde el otro lado del mundo. Y no solo porque las interpretaciones de los resultados electorales dan para pensar que se desmorona el bipartidismo, sino y ante todo porque buena parte de la crisis económica y política tuvo como respuesta una propuesta política renovadora, ciudadana, juvenil y por fuera de todo formato tradicional, así como ocurrió en su momento en América Latina, tras la larga noche neoliberal.

Podemos, particularmente, es la organización política que mejor ha reivindicado su aprendizaje de las experiencias latinoamericanas. Incluso, el ‘sí se puede’ que lo usa como arenga principal llegó desde estas tierras. Y más allá de eso hay posturas, pensamientos y estrategias que bien vale imaginar cómo los procesos progresistas de América Latina han generado una pedagogía política estimulante. Bastaría ver cómo reaccionan los medios y periodistas conservadores de acá con el triunfo de Podemos para entender por qué les causa roncha.

PP y PSOE ya no son lo que eran, disminuye su poderío político, electoral y económico y fue gracias a sus propias ambiciones y delirios de poder. Y solo fue posible revelarlos en toda su magnitud gracias a la presencia de un grupo de jóvenes indignados con esa ‘casta’ y con una propuesta muy ciudadana. Con ello, además, la crisis adquirió una salida política inimaginable hace unos dos años.

Ahora Podemos ganó un peso específico en las elecciones municipales y va por las generales con mayor experiencia y con mejor fortaleza política. Será también la ocasión para verificar cómo esa ‘casta’ reacciona, porque no se dejará morir fácilmente.

¿Qué puede aprender América Latina y en concreto los movimientos y partidos progresistas y de izquierda de esta experiencia renovadora de España? ¿Son dos fenómenos distintos sin ninguna conexión o relación estructural del quehacer político a favor de acabar con las hegemonías neoliberales, conservadoras y corruptas?

Sí, y mucho. En primer lugar, reconocer que la política es una dinámica vertiginosa y hay que actuar con ella sobre columnas vertebrales de ética y responsabilidad pública, sin descartar una enorme capacidad creativa para afrontar sus dificultades creadas por grupos poderosos (entre ellos los mediáticos que en España han hecho de todo para minar la credibilidad de Podemos y para sostener a sus financistas más poderosos, algo que acá parecería pasó de moda).

En segundo lugar: la ciudadanización de la política es un elemento neurálgico en este cambio de época. Los ciudadanos deben politizarse a partir de programas y principios sustentados con audacia política y organizativa. Estar en los gobiernos, municipios o juntas parroquiales no garantiza el sostenimiento y afirmación de un proyecto político de transformación. Al contrario: estar ahí crea un polo de desgastes y problemas propios del ejercicio del poder que se pueden convertir en el dogal del proyecto estratégico, si no cuenta con la ciudadanía de su lado.

Y en último lugar: las nuevas generaciones tienen otras y tantas demandas, que luchar contra las oligarquías no solo pasa por desnudarla, sino por crear otros escenarios y forjar ilusiones movilizadoras para las demandas e imaginarios de estos jóvenes de ahora, que no son para nada iguales a los de hace 10 años. (O)

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