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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Origen histórico de la herencia

11 de junio de 2015 - 00:00

La herencia de bienes que hoy existe no es un hecho natural, derivado de nuestra naturaleza o condición humana. Por el contrario, se trata de una institución política cambiante, que nació con la propiedad privada y más tarde se volvió parte esencial del sistema capitalista.

Antiguamente, la herencia marcaba la sucesión de un grupo familiar y los hijos, en su conjunto, heredaban de los padres todos sus méritos y bienes, que incluían el nombre o apellido, la buena fama o prestigio y las propiedades.

En la Roma antigua, la herencia se orientaba a la transmisión de la soberanía doméstica ejercida por el pater familias, que incluía a personas y bienes materiales. Más tarde, los cambios sociales identificaron a la herencia con peculio o dinero y en la época de Justiniano nacieron conceptos como sucesión, herencia y derecho hereditario.

Entre los judíos se consideraba normal heredar la casa y bienes domésticos, pero se criticaba la acumulación de riqueza para los herederos. El rey Salomón escribió: “Yo mismo odié mi duro trabajo bajo el sol, que dejaría atrás a mi heredero. ¿Y quién hay que sepa si él resultará ser sabio o tonto? A un hombre que no ha trabajado duro se dará la porción de aquel. Esto es vanidad y una calamidad muy grande”.

El feudalismo consagró la propiedad privada sobre grandes posesiones territoriales, pero mantuvo el sentido familiar del conjunto de bienes, que en general era heredado por el mayor de los hijos varones mediante la institución del mayorazgo o majorat. Entre esos bienes se incluían los títulos nobiliarios que hubiera en la familia, los que traían aparejados fueros y privilegios.

Esos títulos habían sido ganados por un héroe de guerra o algún gran personaje de la política, por sus méritos personales, pero luego eran heredados por gentes sin mérito, que a veces eran verdaderos parásitos sociales, pese a lo cual formaban parte de la casta social dominante.

En todo caso, ese sistema de herencia creado por el feudalismo permitía la constante acumulación de enormes patrimonios territoriales y monetarios, en desmedro de las gentes trabajadoras o los burgueses con iniciativas empresariales, que debían competir en desfavorables condiciones con los señores feudales.

Fueron precisamente esas realidades las que estimularon las revoluciones burguesas del siglo XVIII, la más notable de las cuales fue la Revolución Francesa, que eliminó la monarquía y creó la república, suprimió los títulos nobiliarios, declaró abolidos los derechos feudales y los mayorazgos, extinguió la servidumbre personal y declaró que todos los bienes eran susceptibles de venta o enajenación.

En sustitución de la sociedad feudal surgió una sociedad burguesa, basada en el principio de que “todos los hombres nacen libres e iguales”. Ello trajo consigo la libertad e igualdad jurídica de las personas, el reconocimiento del mérito personal, la libre elección de los gobernantes y la separación de las funciones del Estado. Y fue consagrado un nuevo tipo de herencia, que repartía equitativamente los bienes entre todos los hijos legítimos. (O)

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