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El Telégrafo
Melania Mora Witt

La victoria soviética y la desmemoria

09 de mayo de 2015 - 00:00

El 8 de mayo de 1945, el general Keitel firmaba la capitulación incondicional de la Alemania nazi ante el mariscal del Ejército Rojo Zhúkov. Concluía no solo la agresión sufrida por la URSS desde junio de 1941, sino la II Guerra Mundial. Cuando la bandera roja de la Unión Soviética ondeó sobre las ruinas del Reichtag germano, se había producido días antes el suicidio de Hitler y de sus cercanos colaboradores en el búnker en el que estaba refugiado.

Durante los cuatro años de la agresión alemana, la URSS perdió 27 millones de habitantes -casi dos veces la población del Ecuador actual-, entre bajas militares y civiles. 70 mil aldeas fueron arrasadas; solo el sitio de Leningrado causó la muerte por hambre de dos millones de personas.

En la heroica batalla librada, que los soviéticos llamaron la ‘Gran Guerra Patria’, se decidió la suerte de la humanidad. Cuando los alemanes iniciaron en junio de 1941 la operación ‘Barbarroja’, eran vencedores de gran parte de Europa a la que sojuzgaron a través de guerras relámpago. Cayeron Bélgica, Dinamarca, Francia, Grecia, Países Bajos, Luxemburgo, Noruega y parte de Yugoeslavia. Solo Gran Bretaña seguía combatiendo, pues Estados Unidos mantenía una posición neutral. La URSS fue atacada por fuerzas combinadas de Alemania y sus aliados: Bulgaria, Finlandia, Hungría, Italia, Rumania, a más de la ‘División Azul’, integrada por fascistas españoles, con cuyo contingente pagaba Franco la colaboración que germanos e italianos le dieron para vencer a la República Española en 1939.

Son incontables los acontecimientos heroicos que la historia registra, entre ellos la batalla de Stalingrado, en la cual Alemania sufrió su primera y gigante derrota. A partir de entonces la guerra tomó otro rumbo y los nazis comenzaron a retroceder, transformando su guerra de conquista en una desesperada defensiva. Por un tiempo muy largo, la URSS luchó sola. A partir del ataque a Pearl Harbor, Estados Unidos se sumó a las naciones que combatían al eje Berlín-Roma-Tokio y finalmente se produjo la invasión aliada de Europa, en las playas de Normandía.

Los pueblos que formaron la URSS -encabezados por Rusia- celebrarán con ceremonias majestuosas los 70 años de la derrota infligida a una ideología perversa, que no fue -como se dice a veces- solo de un grupo de enajenados resentidos por las condiciones impuestas por los vencedores de la I Guerra Mundial, sino la respuesta al crecimiento del socialismo en Europa, por parte de los monopolios de varios países, que apoyaron a los nazis con inmensos recursos y se beneficiaron de la guerra.

Esta fecha debería conmemorarse a nivel mundial, especialmente porque el racismo, la xenofobia, las agresiones armadas a países cuyos recursos se necesitan, son crecientes. Se minimiza la hazaña soviética que fue decisiva y, sobre todo, desde el derrumbe de la URSS, se busca cercar a Rusia y reducir su papel, que continúa siendo vital para el mantenimiento de la paz mundial.

La humanidad debe gratitud eterna a quienes derrotaron al nazifascismo. (O)

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