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El Telégrafo
Oswaldo Ávila Figueroa, ex docente universitario

El fin del monopolio de los medios privados

06 de junio de 2015 - 00:00

En la historia del periodismo ecuatoriano se destacan heraldos de enseñanza e ilustres comunicadores que diseñaron normas y legaron ejemplos para difundir, eficientemente, hechos y proclamas, siempre en procura de alcanzar la libertad y la justicia. Durante la era republicana, paulatinamente, la prensa privada, ya organizada, se alejó de su misión de servicio a la comunidad, para dedicarse exclusivamente, sobre la base de su poder mediático, a proteger sus intereses y asegurar el mando político-estatal.

Hoy los medios ‘independientes’, en Ecuador y el resto de países de Latinoamérica, pertenecen a empresas y a conocidas familias, con el auxilio de entidades, creadas por ellos mismos y gremios sumisos, como la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), la Asociación de Editores de Periódicos (Aedep), Fundamedios y la UNP, sin otra finalidad que la de mantener el sistema neoliberal, garante protector de sus ingentes bienes.

Es así como los medios privados se alejaron de los sagrados fines del periodismo: difundir la verdad y opinar sin injurias, para entregarse, definitivamente, utilizando toda la tecnología moderna, a manejar informaciones deformadas y comentarios en una sola dirección sin sustento, con proyección a formar una corriente agresiva contra el régimen del Buen Vivir y a defender posiciones que protejan sus intereses.

En nuestro ámbito no hay que  esperar obsequios o préstamos, para enterarse del contenido, de los medios públicos, instaurados, con urgencia histórica, para poder mantener un justo equilibrio en el proceso comunicacional y en la formación de una correcta opinión ciudadana. Es que, para lograr el acceso de todos a la información, se torna indispensable establecer niveles de pluralidad y multiplicidad de gestores, con el propósito de liquidar el monopolio mediático acaparado por el gran capital, la oligarquía, la derecha política y sus dóciles seguidores.

A la vista de la ciudadanía, el enfrentamiento comunicacional se ha radicalizado entre los que agreden a los principios de la Revolución Ciudadana y los defensores convencidos de que se está construyendo un nuevo país, libre de miseria y de los explotadores de antaño. Notoria diferencia abismal; los agresores negocian los géneros periodísticos: noticias, entrevistas y comentarios, como si se tratara de valiosas mercancías; mientras el otro sector se esfuerza por asegurar una equilibrada competencia en la formación de una correcta opinión pública.

El costo o precio es lo de menos, lo importante es rescatar la función básica del periodismo: informar la verdad, opinar con argumentos válidos y motivar los valores éticos. Hoy, con la vigencia de los medios públicos, las cadenas y los mensajes sabatinos, está llegando a su fin el monopolio y abuso de los medios privados.

Los medios de comunicación públicos y privados deben cumplir propósitos cívicos, predicar la verdad, informar con veracidad y educar. Solo se diferencian; los privados funcionan con fines de lucro, los públicos no. Lamentablemente, en los medios ‘independientes’ se postergan los mensajes educativos, no se plantean soluciones a los problemas que aquejan al país, y más bien tratan temas desde el ángulo sensacionalista en el marco de la publicidad e incremento de sus negocios.

La nueva Ley de Comunicación garantiza un periodismo idóneo y obliga a profesionales del sector público y privado a respetar normas de conducta y asumir responsabilidad ulterior. (O)

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