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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y del ajedrez

Cómo nos dueles, María de los Dolores

Historias de la vida y del ajedrez
28 de mayo de 2015 - 00:00

Nunca se sabrá cuántas mujeres terminaron en el fuego purificador de la Santa Inquisición. Hubo, en esa hoguera horrenda que no acaba de apagarse y que siempre quiere volver a crepitar, desde ancianas hasta niñas que apenas sabían caminar. Casi todas sin nombre. No importaban. Lo importante era el escarmiento.

Pero la historia conserva el nombre de algunas, y entre ellas, el de la última que sufrió el tormento. Era una monja española y, además, ciega. Se llamaba María de los Dolores.

Su hermano sacerdote y su hermana carmelita descalza, con sus oraciones, no pudieron salvarla. María de los Dolores quedó ciega a los 12 años y desde entonces su cura confesor exigió que la niña durmiera con él durante cuatro años, para “quitarle el frío y para salvarla del pecado”.  Y así lo hizo hasta que la adolescente decidió hacerse monja. En el convento afirmaban que hablaba con los ángeles y con el mismo niño Dios.

Quizás por esto fue perseguida por varios confesores con los que sostuvo relaciones amorosas. Algunos, al verse descubiertos, la denunciaron ante la Santa Inquisición por haber sido víctimas de amoríos irrenunciables, porque la monja los tenía embrujados, y ella misma se convertía en gallina y era capaz de poner huevos. Por esa razón fueron perdonados los curas confesores, pero no la monja satánica.

Cuando la acusaron de haber seducido a los confesores, aclaró que ellos le habían explicado que la unión del hombre y la mujer era sagrada, por ser mandato divino. Y cuando le preguntaron qué significaba “No fornicar”, ella aclaró que uno de sus confesores le había explicado que hacía referencia a no hablar mal de nadie y que ella nunca lo había hecho.

Y que el mismo sacerdote le enseñó que “castidad” quería decir no casarse ni tener hijos. Y tras cuatro horas de acusaciones contra la monja ciega llegó la condena. Le dijeron que sería quemada y luego iría a otro fuego eterno. Ella pidió ser confesada, para no morir en la hoguera. Al final la llevaron al prado de San Sebastián, le quebraron el cuello con un garrote, y enseguida la quemaron.

Hoy, en ese lugar, se levanta un centro comercial. Y nadie recuerda a María de los Dolores, la monja ciega, víctima de los machistas torturadores y mentirosos, hacedores de leyes y religiones. Ella nunca pudo verles la cara. Pero nosotros, a pesar de los siglos, sabemos que apenas se han maquillado y que no han cambiado en nada.

En ajedrez, el que no ve lo que el otro trama, también tiene todas las de perder.

1: D5A!! (amenaza caballo y torre) TxD, obligado.

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