La actividad política de sectores de la derecha política y económica chilena y de los restos del fascismo pinochetista para desestabilizar desde sus inicios al gobierno de la ‘nueva mayoría’ encabezado por la presidenta Bachelet, fueron y son hechos fehacientes. En la actualidad tiene visos de celada que con fines proditorios son conducentes al descrédito del régimen y de los partidos de la coalición partidaria. La contundente derrota sufrida en las últimas elecciones generales por los partidos derechistas ha exacerbado el revanchismo conservador. Además, es más que visible la incentivación de crear un estado de desasosiego y desesperanza en el conglomerado para que sea conducido a hechos y situaciones de escepticismo y de perplejidad social con episodios de violencia vil y así evitar que los importantes cambios en el sistema político chileno, tales como: la reforma educativa, laboral y la fundamental, la constitucional, puedan ejecutarse y modificar sustancialmente la vida del pueblo.
Es evidente también la aviesa perspectiva de crear un clima de ingobernabilidad. Las dificultades financieras, tanto por la baja en la inversión en este año en sectores productivos y de construcción, generadas por maniobras de algunos empresarios nacionales y extranjeros para debilitar el statu quo, cuanto por problemas, en el sector externo, por la depreciación en los mercados de su cobre, producto vital, “el sueldo de Chile”, como dijo el presidente Allende, son el telón de fondo para perfilar el dramón reaccionario. En otras palabras, el coletazo de la crisis económica del Occidente opulento que golpea al mundo en vías de desarrollo y donde se combinan factores coyunturales de mando, condicionados por el capitalismo especulador para provocar controversias políticas aldeanas son acciones trascendentes para que la república pueda estar en indefensión y sufrir el embate de los dueños del dinero, cobijados en el arbitrio mediático y de otros poderes facticos.
Los actos de corrupción de entes corporativos de nuevo cuño en concubinato abyecto con actores políticos de la extrema derecha y de otros de la antigua concertación de centro izquierda, para financiar sus pertinentes campañas electorales ha sido el detonante de un escándalo mayúsculo que es la carroña dilecta de los ‘pescadores a río revuelto’ para que la nación chilena se obnubile y deje de lado las reivindicaciones esenciales, que pondrían fin a unos de los períodos más oscuros y despreciables de su devenir: el ignominioso lapso de la dictadura sangrienta de Pinochet.
En todo caso no hay ni puede haber encubrimiento o impunidad frente a estos delitos y la justicia deberá actuar sin contemplaciones ni lenidad, tal como lo ha reiterado la ilustre mandataria Michelle Bachelet, en el mensaje del 21 de mayo anterior, ante el Congreso de Chile. En la patria grande que se construye se podrán clavar las extremidades en errores a veces inexplicables, pero jamás las manos y uñas en actos de putrefacción moral sin que se dé el castigo ejemplar a quienes sean los perpetradores. Estamos ciertos de que, como en la década del setenta, un complot infame se planifica en contra de los países progresistas de Latinoamérica, y por ello es urgente enfrentarlo con firme voluntad y unidad para evitar la contracción histórica del retorno a un pasado oprobioso. (O)
