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El Telégrafo
Juan Francisco Román

Descansen en paz

16 de noviembre de 2021 - 00:54

Hemos vivido horas escalofriantes en Ecuador. Hemos escuchado gritos desesperados de los que llamamos delincuentes, sin saber en lo más absoluto una realidad escondida en un sistema judicial podrido que nadie ve, hasta que lo alcanza.

Voy a meterme a opinar en una materia que no manejo, pero que conozco en la más profunda de sus realidades: el sistema penal.

La justicia en este país es todo menos justa, y esa realidad la sabemos. No voy a meterme en gobiernos, porque a todos les ha importado muy poco; afectos y desafectos políticos no tienen sentido cuando la estructura misma de las instituciones que manejan el país ha tenido una hegemonía de lentitud, de corrupción y de falta de atención. Esto es lo que hemos visto reflejado en la cifra escalofriante de más de 320 personas asesinadas, descuartizadas y quemadas como basura en la mitad de las cárceles de este país. Esto viene mucho antes de este año, del anterior y de muchos anteriores más.

He leído con iras y frustración la capacidad inhumana de quienes gozan de libertad, por medio de sus redes sociales, saltando de alegría porque asumen que entienden que esos restos humanos eran basura, porque robaron, asesinaron, y tantas cosas más; pero no ven lo que realmente pasó.

Uno de los pabellones donde entraron los asesinos eran personas que se les privó la libertad como medida preventiva. Es decir, la justicia no los había culpado aún, no habían tenido un juicio justo, nadie los había escuchado. Pudieron ser inocentes en un proceso que no tenían responsabilidad, pero a la final fueron descuartizados, quemados. El grito desesperado de un inocente va retumbar en nuestra alma “Por favor ayúdennos, están por entrar”. “Cuida a mis hijos mamá, los amo”. “Si algo me pasa no vayas a llorar, te amo”.

Se me ha paralizado el corazón y se me ha roto el alma. Esto no es justicia, esto no es lo que estudié, para esto no estoy preparado. Disculpen, tengo que respirar un poco antes de seguir, porque uno escribe de esto, pero hay un nudo en la garganta que no se quiere ir.

Han existido tantas regulaciones sobre la prisión preventiva y normativa internacional que piden, ruegan, exigen que solo se la use de manera excepcional, que sea el último recurso para asegurar una condena justa y un juicio prudente respetando el derecho. Pero eso es lo que es, palabras que caen en saco roto. La Fiscalía lo pide, los jueces la otorgan, y si la Fiscalía no la pide y los jueces no las otorgan, los medios de comunicación lo informan y nosotros, sí, nosotros, nos vamos en contra el juez o el fiscal porque no la pidieron. Un bucle enorme, sin salida, sin solución. Un aplauso de vergüenza para nosotros también.

Vi a los cuerpos quemados a las siete de la mañana de un domingo. Informaban que eran personas sin juicio, personas por pensiones alimenticias, personas, personas, personas, personas, personas, personas ¡CUANTAS VECES HAY QUE REPETIR QUE SON PERSONAS!

No, no es culpa de Lasso, ni de Correa, ni de nadie. Es de todos, es de siempre. Es un sistema putrefacto que huele a carne humana calcinada y a gritos desesperados de quienes encerraron en un hueco y olvidaron las llaves en un escritorio. Repito, el sistema en su totalidad está podrido, afuera y adentro. Es que me es indignante tener que explicarlo, porque no debería ser así. La justicia es lo único que tenemos y en la cual todos debemos apoyarnos, es lo más sagrado y está embarrado, hace años y décadas, de un lodo tan profundo y escandaloso que nadie quiere ver.

Señalen a los privados de la libertad, ellos cometieron errores y están ahí para pagar por ello. No son ustedes los que tienen que decidir cuándo mueren y cuándo viven; menos aún, deben señalar a quién fue metido en el sistema penal y, tal vez, no cometió delito alguno. Espero, con la esperanza que me sobra, que nunca jamás el demonio de la cárcel toque la puerta de su casa, porque no se irá y pedirá una recompensa.

La muerte la provocó una red de narcotraficantes, gente con los instintos más ínfimos y poco humanos, seres bestiales creados desde la más inmunda repulsión, que responde a intereses ya casi globales. Ellos han tenido el poder hace tiempo, han estado escondidos y alguien miró para otro lado, muchos miraron para otro lado, su estructura ahora es casi una milicia y esto requiere de ayuda internacional, porque salieron de sus cavernas y están viniendo por nosotros, por todos. El Estado ecuatoriano y el gobierno electo tienen que actuar ya, sin demoras, sin excusas.

Este es un mensaje a quién llegue y a quién lea, este es un grito desesperado desde la más profunda reflexión interna que mi ser me puede dar. Las personas que fueron asesinadas, en su mayoría, tenían una medida preventiva, no eran culpables. Basta de penalizar todo para el aplauso y los votos, señores políticos; basta de prisiones preventivas innecesarias, fiscales y jueces; basta de opinar sin saber, sociedad civil. Esto se arregla con unidad de acto, con unidad de país, con unidad de política, con sacarse la camiseta del color que fuere, con asumir el esfuerzo de actuar, por primera vez como nación, para rescatar a la mujer con un trapo en los ojos.

La justicia es el regalo más preciado que la lógica y convivencia humana nos ha regalado. La libertad es el tesoro más inmensurable que el ser humano ha recibido, la muerte de un inocente es el pago al castigo más grande que esta sociedad ha tenido. Esto no es de hoy, no es de ayer, es de siempre y los gritos de quienes murieron deben ser escuchados por exigencia divina.

No seremos un país, si primero no salvamos lo poco que nos queda. Que los familiares de los privados de la libertad encuentren consuelo. Espero con desesperanza que esta tragedia despierte el criterio de cambiarlo todo, porque la justicia ha sido quemada y descuartizada.

Viendo con vergüenza a la bandera ecuatoriana, puedo decir con mucha pena y frustración, descansen en paz.

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