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El Hospital Betlemita funcionó por espacio de 75 años desde 1747 hasta 1822

El hospital Betlemita, un cambio en atención a la salud

Instrumentos médicos antiguos que reposan en  el Museo de la Medicina de Cuenca. Muchos de estos aparatos estuvieron al servicio de la ciudadanía como el de la gráfica que es un sillón para extraer o arreglar dientes. Foto: José Luis LLivisaca.
Instrumentos médicos antiguos que reposan en el Museo de la Medicina de Cuenca. Muchos de estos aparatos estuvieron al servicio de la ciudadanía como el de la gráfica que es un sillón para extraer o arreglar dientes. Foto: José Luis LLivisaca.
18 de mayo de 2014 - 00:00 - Jacinto Landívar Heredia

Debieron transcurrir 200 años para que la franciscana Cuenca de Indias tenga un hospital adecuado a las necesidades de una ciudad que crecía y que se había convertido en la más importante del Distrito del Sur de la Real Audiencia de Quito.

Las autoridades del Cabildo, ante el pedido de la ciudadanía y la presencia de algunas epidemias y otras enfermedades causadas por las deficientes condiciones de salubridad de la ciudad (la basura y las excretas se eliminaban en las calles y había una sola fuente pública de agua para bebida en la Plaza de Armas), se ven precisadas de pedir a la Presidencia de la Real Audiencia, la venida de la Comunidad Hospitalaria de los Betlemitas, para que funden un hospital en Cuenca. En el año de 1705 la Comunidad llega a Quito y funda un hospital, el cual constituye un cambio para la capital de la Real Audiencia y en 1722 llega a Cuenca, pero debido a múltiples inconvenientes no puede crear uno en la ciudad.

En el año de 1742, 5 frailes betlemitas llegan a la ciudad de Cuenca. Sin convento, y sin un local adecuado para comenzar su trabajo hospitalario. Debieron trascurrir 5 años para que el 9 de octubre de 1747, con el beneplácito de toda la ciudadanía, en el sitio donde fue la Escuela Central (Gran Colombia y Benigno Malo), inicie el funcionamiento del Hospital Betlemita de Cuenca del Perú. El local contaba con 2 pisos, en el piso bajo estaba una extensa área para los enfermos. En la planta alta se hallaba el convento de los frailes, quienes vivían dentro del hospital.

Cuenca en el siglo XVIII

En la segunda mitad del siglo XVIII la ciudad de Cuenca, capital del Corregimiento del Sur de la Real Audiencia, contaba aproximadamente con 30 mil habitantes de los cuales 12 mil vivían en la ciudad, misma que contaba con 1.400 casas y mil tiendas (habitaciones más modestas de los artesanos obreros e indígenas). Según el Censo de 1779 realizado por el primer Gobernador de la ciudad, Antonio Vallejo y Tacón, quien se preocupó sobremanera de la salud de la ciudad, existían 55.178 habitantes de los cuales 16.001 vivían en la ciudad y 39.177 en zonas rurales. El crecimiento de la ciudad se debió a 2 razones, la actividad productora de tejidos de lana y algodón, y la explotación de la quina o cascarilla. La presencia del hospital era ya indispensable.

Comunidad de los Betlemitas

La Orden de Nuestra Señora de Belén de los Padres Belermos fue fundada por el Santo Pedro de Betancourt en 1687. La Orden tenía el voto de curar y asistir a los apestados, sean fieles o infieles, es decir era una comunidad hospitalaria para atender a los enfermos desvalidos. En América se fundan 39 hospitales, doce en México y los 27 en América del Sur. La filosofía de los hermanos belermos se centra en la piedad y caridad cristiana con los menesterosos, con ellos se inicia la enfermería organizada, la ‘moderna’ medicina renacentista, la práctica de la cirugía menor. Los frailes para investirse, entre otras cosas, precisaban estudiar conceptos básicos de la medicina de su tiempo, traían libros de Medicina, (constan en el inventario de bienes, 12 libros relacionados con la ciencia médica de la época). Atienden a los enfermos pobres expósitos y desahuciados, para asistirles en sus últimos momentos con el sacramento de la extremaunción.

La comunidad se manejaba con un hermano prefecto, un prior, un boticario, un enfermero y un administrador.

En el año de 1822 debido a la crisis de la comunidad, por un lado, y a las necesidades de un hospital militar por otro, el Hospital Betlemita deja de funcionar para pasar por orden del Mariscal Antonio José de Sucre a ser el Hospital Militar de la Merced. Queda únicamente funcionando la botica hasta el año de 1838 con el Hermano José de San Miguel que se convirtió en uno de los líderes para la Independencia de Cuenca.

El Hospital Betlemita funcionó por espacio de 75 años desde 1747 hasta 1822, bajo la regencia de la Comunidad de los Hermanos Belermos. Al principio había una sola sala para hombres y mujeres, luego se dividió en 2, sin contar con una sala para niños. Era un hospital, de acuerdo a la ideología y advocación de la comunidad, para pobres, desheredados y enfermos crónicos, para prodigarles una “buena muerte”. Contaba con una botica propia con medicamentos traídos de Europa y algunos nativos como la cascarilla para las fiebres y el paludismo.

El entierro de los fallecidos se hacía en el mismo hospital librando a las iglesias de la obligación de hacerlo. En un principio por la carestía de fondos, se manejaba por la caridad cristiana; los enfermos o sus familiares aportaban con las mantas, camas y alimentos; pero luego funcionó con fondos obtenidos de los diezmos de los indígenas, aportes de los encomenderos, arriendo de las tiendas del hospital, incluso aportes de presidiarios, algunas deudas cobradas y limosnas obtenidas en la iglesia que había en el hospital. En total para 1788 se tiene un saldo de 12.860 pesos.

Los pacientes del hospital Betlemita

El hospital atendía a todo tipo de sujetos denominados ‘miserables’, indígenas, forasteros, ‘peinadillos’ y peregrinos que acudían por auxilio. En un inventario realizado a la botica constan 311 medicamentos: jarabes, elixires, ungüentos, cremas, gotas, emplastos, etc., además de algunos productos de origen mineral y animal. Poseían alambiques, balanzas, medidas, y otras herramientas de botica. Quien preparaba las recetas era el médico, cuando de manera muy ocasional había uno o acudía al hospital, o en su defecto el hermano boticario quien era experto en prepararlas.

Al poco tiempo la botica a más de servir al hospital pasó a tener servicio externo. Esto es trascendental para la ciudad; los betlemitas se preocuparon de tener productos europeos de manera permanente. El hospital se cerró en 1822 no así la botica que funcionó hasta 1838, sin existir otra.

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