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Este pueblo rural dedicado a la agricultura de la parroquia Cotacachi era uno de los mÁs desatendidos de IMbabura

Las obras cambian la vida en Imantag

Imantag es una parroquia rural habitada por 4.928 habitantes de los cuales, según el Inec, el 94% estaba considerado como pobre, según un censo de 2010. Foto: Patricio Carrera / El Telegrafo
Imantag es una parroquia rural habitada por 4.928 habitantes de los cuales, según el Inec, el 94% estaba considerado como pobre, según un censo de 2010. Foto: Patricio Carrera / El Telegrafo
11 de agosto de 2015 - 00:00

Por Patricio Carrera

Una voz tosca con un tono entre la carraspera y el bostezo anunció desde la parte delantera del bus de la cooperativa 6 de Julio la llegada al destino anunciado hace más de 20 minutos: Imantag. Un solo grito lanzó el joven controlador de estatura corta y rostro afilado que con una mirada distraída hizo al chofer la señal de pare. Alzó la mano derecha al tiempo que con la izquierda accionó el botón para abrir la puerta del carro.

No había muchos pasajeros. Apenas 12 personas se bajaron apuradas del  bus, con capacidad para 40, que  al igual que todos los días se estacionó en el parque central.

La plaza es grande: aproximadamente 2 mil metros cuadrados. En cada esquina se alzan orondas palmeras canarienses que bajo el cielo encapotado de la mañana parecen gigantes de penachos verdes.

Casi no hay personas en la calle. Los pasajeros que estaban en el carro desaparecen presurosos con sus murmullos por las vías adoquinadas de los alrededores. Enseguida un silencio de bosque se amplifica cuando el autobús apaga la marcha del motor.

En la parte oriental de la plaza una iglesia colonial que cubre todo ese lado, con ladrillo alrededor de los portones de madera que están cerrados, llama la atención.

Al lado norte y occidental se observan hileras de 5 casas, algunas  de estilo colonial, techos de teja de barro y paredes desvencijadas con pintura descascarada que dejan ver los ladrillos de chocoto con los que alguna vez fueron levantadas. Un letrero esquinero al lado de un basurero desbordado anuncia que todo ese territorio es parte de la reserva Cotacachi-Cayapas.

Cruzando diagonalmente se ve una puerta, de lo que parece una tienda, junto a la cual sentadas 2 mujeres octogenarias de voces trémulas conversan animadamente en una mezcla de quichua con español. “Todo es tranquilo acá, solo los fines de semana se alborota con los jóvenes que mucho toman”, comenta Virginia Oña, cuya cabellera canosa está guardada dentro de un sombrero negro de paño lleno de polvo.

La otra señora con un sombrero similar e igualmente empolvado corrobora la afirmación. Su piel cobriza esta cubierta por un traje típico de Otavalo con blusa blanca bordada con flores en el pecho y  falda de poliéster azul oscuro liso que parece la funda de un paraguas.

No usa zapatos y sus pies han adquirido el mismo color de la tierra, aunque su cuello luce un impecable collar brillante de cuentas doradas, “pero pregunte al teniente político, la oficina es allá”, señala mientras apunta hacia el frente con su índice tembloroso y arrugado.

La dependencia queda al final de unas gradas similares a las de un atrio. La puerta de madera está entre abierta y adentro un joven de tez trigueña saluda a media voz, su mirada luce serena de ojos pequeños y nariz perfilada, estira la mano afectuosamente y responde: “Cristian Cifuentes, teniente político para servirle”.

El hombre que hace poco cumplió 24 años comenta que Imantag sufría de una pobreza  endémica y hasta hace menos de un año las pandillas eran  un problema complicado.“En esta plaza se enfrentaban a golpes Los Cotolos, Solitarios, Colmenas, Matorrales, Cobras, Bayardos, Pumas, Armadillos que se organizaban dependiendo de la comunidad a la que pertenecían. Hasta hubo un muerto en  diciembre pasado luego de una pelea campal”, narra.

Según el funcionario el trabajo progresivo con los jóvenes que involucró a varias entidades estatales y la iglesia local ha paleado un poco los enfrentamientos. Además se construyó una UPC donde actualmente están 4 policías que patrullan en una moto porque el patrullero se dañó hace un mes.

En 2012 se inauguró la unidad educativa del milenio implementada con aulas tecnológicas, laboratorios, estudios de las lenguas originarias y extranjeras con docentes dedicados a afianzar la interculturalidad y donde estudian más de 930 alumnos provenientes de comunas circundantes, lo que ayuda a limitar la influencia de pandillas.

En Imantag, ubicada en la parroquia de Cotacachi, en la provincia de Imbabura, habitan alrededor de 4.928 personas de las cuales el  94% vivía en la pobreza, según datos del INEC de 2010. No se ha hecho otro estudio luego de las obras emprendidas como la dotación del sistema de regadío, culminación del tendido eléctrico, agua potable.

El 58% de habitantes son pequeños agricultores dedicados a la siembra de todo tipo de hortalizas, habas, maíz, cereales, papa, tomate de árbol. Mientras que un 32% sale a trabajar en construcción como mano de obra, por eso cada semana hay migración temporal, lo que provoca que el pueblo se quede vacío.

Mecías Alvacando, sentado en  una banca de la plaza central, observa sin mucho afán la calle. “Tengo una hectárea acá arribita, siembro habas y me sale lo suficiente para mantenerme. Los hijos  no quieren seguir en la agricultura y se fueron a trabajar a la ciudad”, dice el hombre de 55 años, cuyas manos lucen pequeños surcos como los de la tierra labrada.

El adoquín de las calles no llega  a más de 2 cuadras subiendo hacia el occidente, en dirección a las faldas del Cotacachi, donde se asientan las comunas de Colimbuela, El Morlan, El Pueblo, Perafán, Piñán, El Hueco, Pucalpa, Quitumba Chico, Quitumba Grande y Ambí Grande.

A las calles de tierra le siguen otras empedradas que suben serpenteantes a través de terrenos parcelados y a menos de 500 metros fuera del pueblo el paisaje cambia y se puede observar toda la meseta de Imantag que se extiende por cerca de 22 mil hectáreas.

Según Cifuentes todas las comunas se conectan con caminos de piedra y chaquiñanes que han estado allí desde antes de la parroquialización, en diciembre de 1861. “Otro problema es el transporte; con la construcción de la unidad del milenio cerraron escuelas y hay niños que deben alquilar camionetas que para subir cobran hasta $ 3”.

La electricidad y el agua han llegado casi a todos, pero sigue el problema de la movilidad. Cifuentes cree que es necesaria la creación de un centro de acopio en Imantag para que los campesinos vendan directamente sus productos sin necesidad de acudir a los intermediarios. Eso “debería ir de la mano con incentivos para agricultores, así eliminaríamos la migración que está dejando sin gente los campos”. (I)

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