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Pasado y futuro

Pasado y futuro
29 de diciembre de 2015 - 00:00 - Claudio Campos, entrenador de fútbol

Ingresamos en la última semana del año y como en todo orden de la vida es sano revisar lo sucedido para poder valorar lo conseguido y también corregir los errores. El fútbol es amigo íntimo del éxito pero se fortalece con la coherencia y estabilidad que nace de los encargados de tomar decisiones, que cuando se llenan de demagogia normalmente carecen de un núcleo sólido y solo generan desilusiones.  

El campeonato ecuatoriano se puede jactar de ser entretenido y muy parejo, detalle muy destacado y no menor que necesita de una vez por todas del apoyo fundamental del público que nuevamente estuvo ausente de los estadios de manera alarmante. La eterna excusa que se pone es que los partidos no son atractivos, y eso para manifestarlo de alguna manera sucede en todo el mundo, con la diferencia de que muchos encuentros en otras ligas son modificados en varias ocasiones por el aliento de sus parcialidades que arropan a esta pasión agregando un color especial y folclórico al espectáculo. Otro aspecto que decoró este banal 2015 y del cual no podemos para nada sentirnos orgullosos fue el gran escándalo dirigencial que se vivió en el último mes, que sin dudas dejará una huella perenne y difícil de borrar, más allá de que el tiempo tiene el poder del olvido y la capacidad de poner todo en su lugar. Futbolísticamente hablando, lo que nos ofrecieron los equipos tampoco nos dejó grandes exposiciones que puedan ser analizadas, y eso no debemos tomarlo a la ligera porque si nos acostumbramos a lo mediocre sin duda nos podemos contagiar de una situación que puede simplemente llevarnos a no estar a la altura de las circunstancias a nivel internacional, teniendo como parámetro opuesto el magnífico rendimiento del combinado nacional.

La realidad que vive el equipo de todos no tiene nada que ver con el pobre nivel y la escasa audacia que observamos cada fin de semana, virtud que se debe ostentar de manera  obligatoria para romper barreras y acrecentar rendimientos que catapulten no solo a los equipos sino también a los jugadores a otros niveles más rutilantes, en un país que necesita de una vez por todas que sus futbolistas se vistan con el traje de creíbles y capacitados. Lo que viene puede ser incierto en algunos casos, pero no tanto en otros; todo dependerá de la capacidad de los clubes para asimilar el gran legado que dejó el último campeón y desde ahí tratar de imitar modelos de gestiones exitosas dejando el orgullo de lado y reconociendo que la única forma de buscar y alcanzar mejores días es alimentando las estructuras deportivas con convicción, llenas de paciencia y sin escuchar en el caso de las instituciones más grandes el clamor popular, que normalmente se expresa con el corazón y la cabeza calientes. El fútbol ecuatoriano está en vísperas de cambios importantes con la creación de la Asociación de Clubes que seguramente tendrá detractores pero que por naturaleza y personas muy decididas seguirá creciendo hasta facilitar y ofrecer soluciones quizá no inmediatas pero certeras, al eterno déficit que viven los equipos del país en cuestiones económicas y estabilidad institucional. Lo que se debe comprender es que el balompié mundial exige cada año más profesionalismo en sus áreas y que desde la coherencia los objetivos planteados normalmente se consiguen demostrando que como vivimos jugamos y como jugamos vivimos, aspecto determinante y conciso para entender que si pretendemos un mejor futuro, tenemos que necesariamente aprender de él.

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