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Vivir juntos, pero en camas separadas

Vivir juntos, pero en camas separadas
09 de julio de 2016 - 00:00 - Andrea Rodríguez B.

Hay parejas que duermen cada una por su lado; cuando llega la noche se despiden, con besos y abrazos, y cada quien se acuesta en su propia cama. No necesitan compartir el mismo lecho ni las mismas cobijas, para mantener los lazos afectivos intactos.

La ‘mala’ costumbre de dormir lejos del otro es quizás la mejor decisión que puede tomar una pareja. Si todavía hay personas que se aferran a la idílica idea de compartir la cama, tendrían que evaluar los argumentos que esboza el médico catalán Eduard Estivill a favor de dormir solos.

Este especialista en medicina del sueño asegura —sin miedo a equivocarse— que las parejas están mejor si duermen en diferentes habitaciones, porque gran parte de los trastornos del sueño ocurren por dormir en el mismo lecho.

“Es mejor que las parejas duerman en 2 camas diferentes, que tengan 2 edredones distintos y si pudiera ser, hasta 2 habitaciones diferentes”, dice Estivill.

Para dormir bien —precisa— hay que estar cómodo y esta comodidad se consigue al dormir sin compañía.

“Una mujer puede necesitar un colchón más blando o menos blando y la pareja al contrario. Si la pareja mide 1,90 y pesa 80 kilos, necesitará un colchón más grande, pero lo más probable es que su esposa no”.

La idea de guardar distancia durante la noche tiene más adeptos de lo que se cree. Así, por ejemplo, en Gran Bretaña y Japón una de cada 4 parejas duerme en camas o cuartos separados. Además, en Estados Unidos, la Asociación Nacional de Constructores de Vivienda ha previsto que en los próximos años, el 60% de las nuevas casas tendrá 2 cuartos principales. para resolver este problema.

Cada vez parece más evidente que dormir en pareja es motivo de insomnio y hay muchos factores que impiden alcanzar un sueño placentero: el movimiento de la pareja, las diferentes percepciones de temperatura en la cama y los ronquidos están entre los más frecuentes. Para Fernanda Pazmiño, joven emprendedora, lo más incómodo es el ‘abrazo del oso’, esa muestra de cariño extremo que hombres y mujeres, ponen práctica para afianzar los vínculos de amor.

Son tan cariñosos, dice Pazmiño, que no pueden evitar dormir abrazados toda la noche a su pareja, incluso a costa de su propio bienestar. “Personalmente no puedo dormir así, lo detesto y mi pareja lo sabe, así que cada uno se acomoda en su espacio para descansar; nada de abrazos”.

Un estudio desarrollado por la National Sleep Foundation (Fundación Nacional del Sueño) confirma que un cuarto de las parejas consultadas dicen dormir mal por los movimientos de su acompañante.

Para la ecuatoriana Sandra Espinoza, médica neuróloga, el remedio no está en abandonar la cama. “Si existen factores que dificultan el sueño como el síndrome de piernas inquietas, los ronquidos e insomnio, hay que buscar el tratamiento médico adecuado para superar estos trastornos”. Espinoza dice que conoce esposas de hombres roncadores que se han acostumbrado a estos sonidos y nunca abandonaron el lecho matrimonial. Aunque hay mujeres que se habituaron a los ronquidos, también hay otras que prefirieron buscar otra habitación donde dormir, porque no logran conciliar el sueño.

“No es justo obligar a una persona a compartir la cama con su pareja si esta perturba su descanso, pero hay que llegar a un buen acuerdo para que la pareja no se distancie”, sostiene la especialista.

Hugo Ramiro Montenegro, médico neurólogo del Hospital Metropolitano, explica que los trastornos más frecuentes son la roncopatía y la apnea del sueño que, si no son tratados a tiempo, pueden provocar que la pareja se vea obligada a dormir por separado.

 Montenegro asegura que la mayoría de parejas que descansan en dormitorios separados superan los 50 años.

“No es tan frecuente entre los jóvenes, aunque también hay casos, pero es un hábito cada vez más extendido en parejas adultas, que llevan varios años casadas”.

Montenegro considera que esta separación física durante las noches, sí puede deteriorar la relación, porque el poder compartir la cama también ayuda a fortalecer los vínculos.

Este criterio cada vez más extendido entre muchos médicos, también es cuestionado por otros especialistas, como Colleen Carney, investigadora de la Universidad de Toronto, quien asegura que muchas personas no toman la decisión por el temor a que ello los distancie emocionalmente.

“Si no duerme en la misma cama, la percepción es que ya no tendrán relaciones sexuales, pero esto no siempre es así”.

Según el estudio de esta Universidad, hay muchas parejas que mantienen relaciones armónicas a pesar de dormir separados.

“Dormir es una necesidad vital y si la pareja lo impide hay que buscar una solución”, dice Montenegro.

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