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Vivir enojados es tóxico

Vivir enojados es tóxico
26 de septiembre de 2016 - 00:00 - Andrea Rodríguez

Hay  gente que vive con el ceño fruncido. Amanece enojada, trabaja enojada y aunque en el transcurso del día surgen noticias que alegrarían a cualquiera prefiere seguir en el mismo estado. Esta emoción, propia de los seres humanos, puede convertirse en un estado adictivo que, según los especialistas, es el resultado de la necesidad de querer sentirse mal todo el tiempo o la mayoría de este.

Desde un enfoque antropológico, esta emoción permitió a los primeros habitantes de la Tierra superar el temor ante un depredador; solo al enojarse podrían enfrentarlo.

Este estado permitía a nuestros antepasados hacer frente al peligro.

De hecho, su enojo no era producto de un razonamiento previo, sino pura emoción. Aristóteles decía: “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo, pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”. Aunque se considera al enojo como una emoción básica, no hay un acuerdo definitivo sobre el tema. Los estudiosos del cerebro advierten que el enfado no es una función básica, sino el resultado de una emoción “comúnmente sentida”, pero de básica no tiene nada porque, gracias a las investigaciones en los campos de psicología cognitiva, evolutiva y neurociencias, es posible reconocer que el enojo tiene sus mecanismos internos.

Al referirse a este tema, el naturalista británico Charles Darwin explicó que  cada una de las 6 emociones básicas —felicidad, tristeza, sorpresa, aversión, miedo e ira— se acompaña de patrones de respuesta fisiológica específicos.

En el caso del enfado, la respuesta fisiológica se caracteriza por un aumento de la frecuencia cardiaca.

Según la revista Investigación y Ciencia, en el sistema neuroendocrino, el efecto de la ira y de la agresión ofensiva “supone unos niveles altos de testosterona (hormona vinculada a la conducta agresiva y dominante), así como niveles bajos de cortisol”. El primer concepto relevante es que las emociones no son inespecíficas, sino muy específicas. En 1983, en las primeras publicaciones de la revista Science, se precisa que no es igual, desde el punto de vista biológico, el enojo que el miedo, como tampoco lo son la tristeza y la furia.

Para la terapeuta Patricia Uhrich el enojo es una emoción tóxica que genera enfermedades. “Cuanto más te enojes más graves son las enfermedades que te producirán”.

El enojo —precisa— es una emoción que aparece de manera repentina cuando el objetivo que tenía por concretar se ve obstaculizado por algo o alguien. Eso genera de manera inconsciente e inmediata la explosión de enojo. Sobre este tema el científico Ernest Harburg, profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos.

“En una persona que se siente atacada, de manera injusta, se dispara un sentimiento de ira. Si la suprime, esta se internaliza y comienza un proceso de repetición mental de las imágenes que finalmente se convierte en resentimiento. Por otro lado, si esta conducta persiste, desequilibra todo el funcionamiento corporal”. La psicóloga ecuatoriana  Margareth Borniatti, especializada en Brasil, indica que, en muchos casos, el enojo, la ira y la agresividad frecuentes están relacionados con problemas de depresión. “Son personas que viven en conflicto con los demás, lo que también puede afectar la vida en pareja, porque estas emociones son tan intensas que suelen ser destructivas y negativas para quien las experimenta”. Borniatti señala que es recomendable que las parejas que asisten a terapia, tengan claro cuáles son los detonadores de los conflictos, porque muchas veces a la pareja le cuesta identificar que hay emociones que desatan los problemas.

Precisamente, el enojo, poco controlado, de uno o de otro conduce a los enfrentamientos. “Aunque 2 personas estén enamoradas, si se enfadan con frecuencia, los momentos felices juntos irán disminuyendo y espaciándose”. Finalmente, llegará un momento en que antes de haberse recuperado de una discusión, ya ha empezado la siguiente.

En una relación de pareja, las oportunidades de enfadarse pueden surgir a diario, así que para evitar la acumulación de malos sentimientos tenemos que lidiar con el enfado tan pronto como empieza a formarse en nuestra mente.

Cuando las personas tienen que lidiar con compañeros de trabajo o jefes inmediatos que suelen estar enojados, la especialista recomienda recurrir a varias estrategias como evitar los momentos de conflicto, guardar silencio, escuchar y después tomar la palabra. Lo importante es saber contrarrestar la ira del otro, con serenidad y calma. “Si respondemos enojados, el conflicto puede agravarse. Me parece que cuando el jefe está enojado, vale utilizar una frase: ‘Le sugiero que nos calmemos, quizás prefiera dejar la conversación para otro momento”.

“Por más que quieras ayudar a tu jefe a superar el mal momento es importante que siempre mantengas una distancia profesional”.

Para el psiquiatra Armando Camino, el disgusto, la ira y la rabia son prácticamente parte del ser humano y son considerados mecanismos de respuesta ante diferentes estímulos.

“A mayor cantidad de estímulos que generen una descompensación o alteración en el equilibrio cerebral,  se producen una intensificación de esas conductas”.

Según Camino, hay especialistas que consideran que la ira es una expresión del alma. “Hay personas que tienen buenos mecanismos de control para mantener la ira, pero hay otras que, hace tiempo, las perdieron, a tal punto que atraviesan una pérdida de control de los impulsos. Por lo regular, existen ciertos grados de impulsividad en nuestra conducta diaria, que son considerados normales e incluso deseables, pero cuando esta se convierte en una tendencia ya supone un problema que debe ser tratado por un especialista.

Los psiquiatras también han documentado lo que se denomina como Trastorno Explosivo, caracterizado por episodios aislados de pérdida de control de los impulsos con una agresividad desproporcionada a la causa que actúa como detonante. Lo interesante es que entre los diferentes episodios hay normalidad. La crisis de agresividad puede aparecer en cuestión de minutos y desparecer rápidamente. Tras este episodio de descontrol suele aparecer el sentimiento de culpa e incluso de vergüenza.

Cada vez que una persona experimenta ira o enojo, suele convertir al otro en enemigo y esto se confirma cuando se encuentra con otra que le resulta desagradable. “En realidad es el enojo que se experimenta, lo que convierte a esa persona poco amigable en un enemigo imaginario”.

El rostro de enojo es estudiado

Un equipo de investigadores de la Universidad de California en Santa Bárbara y de la Universidad de Griffith en Australia identificó las ventajas funcionales que provocaron la evolución de la apariencia específica de la cara de ira.

Según la edición electrónica de la BBC de Londres, la expresión está en todas las culturas, e incluso los niños con ceguera congénita hacen la misma cara sin siquiera haber visto una.

Los investigadores sugieren que los movimientos musculares que conforman la expresión facial de ira fueron “seleccionados porque incrementan las evaluaciones de los demás de la fortaleza del individuo enojado”, algo que, aseguran, “incrementa el poder de negociación” entre 2 personas.

Posibles efectos en la salud

Cada vez surgen nuevas evidencias que revelan que el enojo o la agresividad de una persona causan efectos directos al corazón.

Según un artículo publicado en la revista National Geographic, titulado ‘El que se enoja pierde’,  advierte que el manejo de los sentimientos y emociones es importante, debido a que estos factores son la causa de enfermedades crónico-degenerativas que muchas veces son mortales.

El impacto de las emociones se refleja en órganos como el bazo, hígado, riñón, pulmón y corazón, lo que a su vez, causa diabetes, hipertensión, enfermedades articulares y cáncer. Por esta razón, los especialistas recomiendan hacer ejercicio, tener equilibrio entre el trabajo y el descanso, y controlar las emociones.

Al mismo tiempo, los ataques de ira pueden provocar ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares y otros problemas cardiovasculares en las siguientes 2 horas, de acuerdo con el primer estudio que ha evaluado la relación entre las emociones extremas y cualquier evento cardiovascular.

El estudio —una revisión sistemática de estudios previos— advierte que las 2 horas siguientes a un arrebato de ira son claves en el riesgo de tener un problema cardiaco; por ejemplo, el riesgo de un ataque al corazón y el de síndrome coronario agudo puede aumentar de manera significativa.

No se enoje

Aunque el riesgo de experimentar un evento cardiovascular con una sola explosión de ira es bajo, estos se pueden acumular.

Una persona sin muchos factores de riesgo para la enfermedad cardiovascular, que sufre solo un episodio de ira al mes, tiene un riesgo adicional.

La ira frecuente desequilibra el sistema inmunológico, provoca contracturas, dolores musculares y jaquecas. Además, acelera la respiración.

El enojo es una reacción normal y defensiva del ser humano, que no permite ver con claridad la realidad del problema, lo que impide que se pueda solucionar.

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Especialista

“Las reacciones de este tipo residen en una estructura llamada amígdala”

El enojo es una manifestación conductual que tiene varios matices. Puede ser una reacción considerada “normal” frente a alguna circunstancia que produce en el individuo una reacción lógica de desagrado o enojo. Una respuesta excesiva de ira, que resulta claramente desproporcionada frente a lo que la motivó puede ser considerada como una conducta anormal.

Las reacciones de este tipo residen en una estructura llamada amígdala que ese encuentra en el lóbulo temporal, región que también alberga a la ansiedad. Es frecuente que una respuesta excesiva de ira sea común en alguien que tiene el síndrome de ansiedad generalizada.

Otra región que también tiene que ver con esta reacción es la corteza prefrontal. Cuando hay una disfunción de esta región cerebral el individuo actúa de manera impulsiva y frente a una situación determinada su impulsividad le lleva a desarrollar una conducta violenta. En resumen hay 2 zonas claramente involucradas: la amígdala del lóbulo temporal y la corteza prefrontal. La falta de control de esta emoción y otras relacionadas tiene que ver con las alteraciones de las regiones ya mencionadas. Las enfermedades más comunes que se relacionan con esta conducta alterada son el síndrome de ansiedad generalizada en el que la ansiedad le lleva a reaccionar de forma desproporcionada.

La otra es el síndrome de déficit de atención con hiperactividad, en el que la impulsividad típica de este trastorno impide que la persona pueda frenar sus respuestas emocionales. Realmente no “todos” tenemos el mismo cerebro. Anatómicamente sí, pero desde el punto de vista funcional hay muchísimas diferencias. Es indudable que con técnicas apropiadas se pueden refrenar conductas impropias que llevan al enojo como la ansiedad y la impulsividad. Cuando la agresividad es el síntoma de trastornos graves como esquizofrenia, demencia, psicosis maníaca y otros de ese calibre, el beneficio de estas prácticas de meditación será nulo.

Eduardo Arízaga, neurólogo ecuatoriano

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