Ecuador, 04 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

Poesía: Un tiro al blanco

Poesía: Un tiro al blanco
12 de junio de 2013 - 00:00

Un tiro al blanco en medio de la noche. Así la llama Alvaro Mutis, acertando a un blanco tan difícil como es acuñar una definición  para la poesía; una definición que no la constriña, pues es irreductible en palabras, aunque de ellas esté hecha, y que la capture en su inasibilidad, en su rauda condición de inaprensible. 

Octavio Paz contrastó bien esta paradójica condición cuando dijo de la poesía que es “avidez que sólo en la sed se sacia”, “espíritu que no vive en ninguna forma / mas hace arder todas las formas”, y en cuya “húmeda tiniebla vida y muerte, / quietud y movimiento, son lo mismo”.

Comparto ambas miradas y al mismo tiempo pienso que la poesía es un regalo que nos ha sido dado, gratuitamente, a algunos hombres y mujeres, que no somos pequeños dioses como quería Huidobro, pero sí suscitadores, mediadores reflexivos de ese don.  Lo dice Gelman en Velorio del solo: “Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos / rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte”, pues contra el blanco de la muerte es que apunta ella siempre y hiende esa tiniebla, dejando tras de sí –lo descubre Carlos Pellicer—una luminosa estela de “imágenes / frescas aún en el espejo igual / de donde tan difícil es sacarlas”.

¿Para qué poetas en tiempos de penuria?, se preguntaba Hölderlin. Podríamos preguntarnos también nosotros: ¿Para qué poetas hoy o mañana? Acaso para sacar esas imágenes del espejo, atrapando el resplandor de las estrellas con las manos en el agua. Esas imágenes que deja la vida en su ida a la muerte y que forman un rastro de belleza.

¿Y para qué la poesía?  Tal vez lo maravilloso de ella es que no tenga utilidad conocida, en el sentido en que puede tenerla una tekné, un saber, un oficio. Ella, como toda locura inspirada, es porque sí.  ‘Yo soy la que soy’, podría musitarnos o clamarnos desde su zarza ardiente.  ¿Por qué escribirla entonces si la poesía es, como temían de la vida los hoy desvaídos existencialistas, una pasión inútil? Primero, tal vez porque quienes la frecuentamos no somos amigos de dar razón de nuestros actos. Porque queremos estar siempre contagiados de su ‘porque sí’. Pero también porque su inutilidad es solo aparente, ya que la poesía puede –y, en algunos momentos, debe– ser una luz, no importa si un cerillo o una hoguera, capaz de exorcizar las sombras y de restituir claridad a los caminos por los que transitamos los hombres.  

Para arribar a esta comprensión he recorrido un extenso camino interior -a long and winding road- que se inició hace ya una década, cuando comencé a preguntarme por qué la poesía había dejado de ser canto y de ser cuento para ensimismarse, para replegarse sobre su propia caparazón de caracola hasta hacerse casi incomunicable, incomprensible, muda.

Ahora tengo la certeza de que hemos sido los poetas, en gran medida, quienes hemos alejado a la poesía de los lectores, quienes la hicimos demasiado inaccesible y críptica en nombre de la experimentación y la modernidad. En definitiva, la convertimos en una poesía para poetas, para especialistas, incapaz de conmover, de emocionar.

Por eso, como lo propone el manifiesto de Defensa de la poesía, que abre las ediciones de antología Poesía ante la incertidumbre, es preciso devolver esta maravillosa pasión inútil a su legítimo origen y destino: el ser humano de carne y hueso, el lector nuestro, la lectora nuestra de todos los días.

Todo esto es para mí la poesía, al punto que a veces sospecho, como Enrique Lihn, que “porque escribí estoy vivo”.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media