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“La invención del amor” sobrevoló dos ciudades

“La invención del amor” sobrevoló dos ciudades
01 de julio de 2013 - 00:00

El pasado jueves, en la entrada principal del Centro Español de Quito, poco a poco, la gente se aglomeraba porque a las siete de la noche, José Ovejero presentaría su novela “La invención del amor”, ganadora del   Premio Alfaguara 2013.

En el patio había unas parrillas e implementos para preparar barbacoas  y, a pocos metros, una puerta entreabierta daba directamente al salón en el que el novelista español hablaría de su último libro.

Varias sillas estaban dispuestas en la habitación. Al lado de una corona de flores rojas   con margaritas blancas, un féretro marrón   ocupaba  el escenario.

A las 20:00, trajeados de negro dos hombres y una mujer sollozaban en el mueble blanco a la izquierda del ataúd, al pie de este último, había una fotografía de una mujer hermosa.
Por los altoparlantes se escuchaba  un diálogo:
(Samuel recibió una llamada).
- Clara ha muerto, le dijo un hombre al otro lado de la bocina.
-  ¿Quién es Clara?, replicó  Samuel.
- Vamos, sabemos que fueron amantes.

Sin oponerse más, Samuel solicitó la dirección del velatorio, aunque es consciente que se trata de una confusión.

En la sala seguían ingresando personas con sus ropas más elegantes. Un hombre de mirada nerviosa -Samuel- que vestía un gabán oscuro y sujetaba unas flores, se paró frente al féretro. El esposo de Clara, de súbito, lo golpeó en el rostro. Se llevaron el ataúd, los familiares de la difunta desalojaron el lugar. Samuel se quedó solo, con una expresión de desconcierto, pero  la hermana de Clara le ofreció un aventón que este no rechazó.

Los presentes, incluido el novelista Ovejero, observaron este acto que realizó el colectivo Tentempié.  Se trataba de la escenificación del episodio con que inicia la narración de “Invención del amor”. Su autor  intervino por unos segundos: “Me saltaré el protocolo y los invito a aplaudir esta interpretación y sorpresa que no me la esperaba”.

A continuación, el lector Leonardo Hidalgo y Javier Vásconez, narrador quiteño, conversaron largamente con Ovejero sobre su oficio, viajes, el compromiso en los tiempos modernos y más.

Sobre el arranque austereano de “La invención del amor”, afirmó Ovejero,   “aceptamos la casualidad en la vida, pero no en el arte”. Además, este escritor, que también tiene el oficio de trotamundos, explicó que dos palabras alemanas han marcado su necesidad de viajar e instalarse en geografías distintas a la ibérica: “Heimweh significa dolor del hogar” y “Feraweh tiene que ver con el dolor de la distancia, la nostalgia de esos sitios que uno no ha visitado y con la que me relaciono”.

Ovejero dicta talleres literarios y habitualmente sus “discípulos” lo interrogan sobre la clave para convertirse en un gran escritor: “Señalaría dos factores: la habilidad para narrar y examinar con una mirada profunda algún evento”.

Vásconez destacó que el autor de “La invención del amor” es un “grandísimo escritor, en muchos momentos de su novela alcanza niveles de altísima calidad literaria”.

Por otro lado, Valencia, aludiendo a “Escritores delincuentes”, anterior obra del actual Premio Alfaguara, le preguntó sobre algún confesable desacato a la ley. Ovejero exclamó que en cierta ocasión se llevó una alfombra del almacén Ikea. Por eso cuenta que esa anécdota la incorporó en la  novela que presentó esa noche.

Entre otras cosas, puntualizó:  Estuve escribiendo la novela “Nunca pasa nada” en 2007, acerca de una migrante ecuatoriana en España y, por motivos literarios, vine a  Ecuador, la experiencia me permitió enriquecer la obra”.

Cuando la velada concluyó, los lectores pidieron autógrafos, se fotografiaron y charlaron con Ovejero.
Presentación en Guayaquil

A diferencia de la presentación en Quito, en el Teatro Centro de Arte, en Guayaquil, había parsimonia. Poco a poco los invitados de honor ocupaban los asientos de las dos primeras hileras; en las restantes estaban   estudiantes y   adultos interesados en “La invención del amor”. Todos aguardaban por el autor español, que esa noche iba a dar detalles de su trabajo y lo  que implica la escritura de  ficción.

Adelaida Jaramillo, gestora cultura y  escritora Carolina Andrade abordaron al invitado de la velada,  José Ovejero.

Jaramillo citó a Umberto Eco: “Un título ya es una clave interpretativa”, y consultó al escritor: “¿Es posible que con “La invención del amor” das demasiadas claves para que el lector sepa de qué va la historia?”.

Ovejero, arrimado sobre un sofá, rompió un poco el perceptible hielo que cundó en la noche de la presentación. “Debo agradecerles doblemente porque están aquí a pesar del horrendo tráfico y  a pesar de que es viernes”. Luego de las risas y asentimiento del público, el autor contestó: “¿Si le doy demasiadas pistas al lector con el título?  Creo que no”, sentenció el autor y, para explicarlo, tuvo que intentar no revelar demasiados detalles, pues, entre los asistentes, pocos habían leído la novela. “Al final -el de la novela- creo que es el lector el que debe hacer la invención”. No dio más pistas.

Andrade, aludiendo a su lectura de “La invención del amor”, consultó por qué  cuando se refiere a los años 40 -a aquellas cuatro décadas por las que pasa el ser humano- se refiere a una “edad maldita”.
“No lo digo yo, lo dice Samuel. Como se narra en la novela, Samuel, en una fiesta, ya pasada la noche, ve cómo discuten sus amigos. Por ejemplo, ve a uno  que habla de la revolución pero que envía a su  hijo  a un colegio privado y lo  manda a hacer un máster a EE.UU. Y Samuel se da cuenta de que a los 40 y tantos es la edad madurita. Claro, el adolescente considera que el mundo es un horror, que es algo que no quisiera.

Pero él tampoco tiene la culpa de esos desastres  y tendrá la posibilidad de hacer cosas porque tiene tiempo y le resta futuro. El anciano puede que no esté satisfecho con su vida, con lo que ha hecho, con lo que ha conseguido  o quién ha sido.  Sin embargo a los 40, la edad maldita, uno puede mirar hacia atrás y ver que no es la persona que se pensó que iba a ser cuando era adolescente o joven. Que quizá ha aceptado varios compromisos; la crisis empieza cuando, dándote cuenta de todo eso, sabes que no vas a cambiar, que vas a seguir adaptado, vas a seguir vendiéndote un poquito”, contestó y dejó en cierto silencio al auditorio.

Luego, Jaramillo soltó que pronto cumplirá cuarenta y rompió el silencio con las risas del público. Ovejero también se echó a reír.

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