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Duelos de una cabeza sin mundo, Bolaño-Belano, pene y folklore

Duelos de una cabeza sin mundo, Bolaño-Belano, pene y folklore
23 de junio de 2013 - 00:00

Ernesto Carrión nació en Guayaquil en 1977, es decir, tiene 36 años de edad. En su libro Los duelos de una cabeza sin mundo (Tambo /Tribal & Fondo Animal Editores, Lima, Perú, 2012, coedición peruano-ecuatoriana) nos dan unos pocos datos sobre él. 

En primer lugar que “trabaja (el énfasis es mío) en su trilogía O, formada por los volúmenes La muerte de Caín, Los duelos de una cabeza sin mundo y 18 Scorph (inédito)”. A esto, que ya implica una confusión, de la que hablaremos, se agrega una lista de premios y reconocimientos que no cuadran con la escritura de Carrión, que es de una calidad no apta para ganar concursos.

Respecto a lo de la trilogía, es absurdo decir que trabaja en ella y que ha publicado dos de los tres volúmenes que la integran, porque eso implica que los publicados están inconclusos puesto que trabaja (está trabajando) en ellos.
No significa esta observación que yo esté buscándole pulgas a la leche, sino que la leche tiene pulgas, y que aunque las solapas tienen algo de solapar, hay que escribirlas en forma clara, sin enredos, por lo menos.

En Los duelos de una cabeza sin mundo, Carrión hace un trabajo muy fino con el lenguaje, paralelo al malestar que siente un hombre común desde su individualidad aislada, su emotividad y sus intuiciones ante un mundo que no le gusta ni entiende, y mucho menos puede explicárselo.

Así, el lenguaje se da al comienzo del libro en los términos de la incierta y ambigua visión individual del mundo a través de un manejo de los significantes que rebasa los significados propios de las palabras y produce sentidos imprevistos con ellas. Por ejemplo: “ ¿es un cabello un río? ¿un río es un rasgo interminable como un hombre? ¿un hombre es acaso este aire que se agita levemente en tu hueco como de una quena? ¿somos un hombre---cabeza---? ¿qué es un hombre?”.

A lo largo del texto –no de un personaje en particular- Carrión va hacia una toma paulatina de conciencia ideológica. ¿Cómo? A partir de la palabra y las preguntas: “Hablar no es otra cosa que preguntar si la felicidad existe”.
Nos habían acostumbrado a la violencia y “hacia la guerra volvíamos, con toda la sangre del mundo dentro de esta cabeza sin mundo y aun así nos marginaban por marginales” (las cursivas son mías). Y nos convencieron de que "sólo éramos si moríamos”

De esa manera supimos que teníamos un habla “como una tabla de salvación” y aunque te dijeron que era hora de callarse, respondiste, “mi lenguaje es mi ideología”, desdeñando la complicidad del silencio.

Poco antes habríamos dicho: “Aquí me tienes (…) ante ti, con los muñones completos/ con la sonrisa avanzando vergonzosamente como una tortuga/ con estos miembros deshechos colgando inútilmente hacia ningún horizonte/ sin brújula/ sin rosa de los vientos”

“Roberto Bolaño entusiastamente promocionado en Estados Unidos, pese a su  mediocridad...”

Pero ya no, “aunque siga enyesada la rebeldía” y “la gente sigue siendo la gente maquillándose en las sombras con tantos rostros de gente/ con tanto miedo” .

Y finalmente irrumpe Calibán (Ariel continúa maquillándose), el hombre toma el habla (la palabra) la escritura (la página como pasado, la única prueba de nuestra existencia; “escribir es aprender a defenderse, incluso de uno mismo”).

A estas alturas de la narración, Ernesto Carrión concreta sus sentidos, y la visión del mundo ajusta sus excesos de significación y aparecen en la trama los términos ideológicos que hermanan lo estético con lo ético, lo increíble de la realidad (“esto de verdad está ocurriendo”) con el bien común.

Cabe entonces decir con Malcom Lowry: “¿Este carguero lleva a la eternidad? ¿Adónde vamos? Vida sálvanos a todos”.

Excelente libro de Ernesto Carrión. Son 591 páginas intensas y lúcidas que no deben pasar desapercibidas.

Vamos a comentar ahora el problema de Roberto Bolaño, un joven escritor chileno, ya fallecido, entusiastamente promocionado en Estados Unidos, pese a su flagrante mediocridad, quien al parecer habría querido llamarse Graciano.

Veamos: en una revista en El Búho de 2008 aparece “La muerte de Ulises”, texto de Bolaño, que no por la historia contada sino por ciertos datos sobre el personaje narrador, es flagrantemente autobiográfico, este, es decir Bolaño, se convierte en Arturo Belano, lo que conjunta Arturo, que significa nobleza, con belleza (Bel) y…

Lo dicho hasta aquí explica nítidamente el caso y el porqué de que a Belano ( Bolaño) le hubiera gustado llamarse Graciano. La cosa es clara y cualquier argumentación adicional resultaría sobrante, un pleonasmo, pues.

Punto y chao al señor Arturo Graciano: quien va piano, como él, va lontano, con un tallarino …

Por las proximidades temáticas, bien cabe abrir un paréntesis folklórico.

Una noticia televisiva, lo que ratifica que el desarrollo técnico de los medios comunicativos se liga fluida y naturalmente al escándalo, informa sobre el tamaño del pene de los latinoamericanos.

En efecto, según las ventas de preservativos en América Latina se ha determinado el largo del pene de sus habitantes, con este resultado: primer lugar Ecuador (¿alertado en reposo?). Esta pregunta es tan absurda e irónica como la que le hizo Hugo Salazar Tamariz a Carlos Zevallos Menéndez cuando, previa cita, entreabriendo la puerta de su despacho e impidiéndonos pasar, nos dijo, respondiendo a la solicitud que le hacíamos, que regresáramos dentro de dos años por una respuesta, ante lo que el viejo Hugo inquirió: ¿de mañana o de tarde?

En cuanto al largo del miembro viril, ¡qué estupidez!: campeonamos, seguidos muy de cerca por Colombia y Venezuela. El más pequeñito sería el de los chilenos.

Al parecer, a mayor atraso económico, social y político mayor es el tamaño del sexo (¿?).

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