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Cuando la imaginación rompe las esposas mentales

Cuando la imaginación rompe las esposas mentales
01 de julio de 2013 - 00:00

Una luz mortecina y azulada baña  los rostros de dos  amigos que se miran, separados por la base de una mesa. “Vamos a hacer  un túnel intangible este y todos los domingos” le propone Panza (Arístides Vargas) a De la Mancha (Gerson Guerra).

Esa aclaración inicial orienta a los espectadores para adentrarse y disfrutar de la obra teatral “La razón blindada” que volvió a las tablas del Teatro Malayerba de Quito la semana pasada.

En lo que podría ser un comedor o una sala,   De la Mancha, un hombre delgado,  y su compañero rechoncho, Panza,  se desplazan sentados en sillas rodantes por cada punto del escenario que también está ocupado por tres mesas con ruedas instauradas en las patas.

Sobre estos muebles hay manteles sepia en los que, con una perfecta caligrafía, están impresas frases y  palabras de las  historias que los personajes se cuentan cada atardecer antes del lunes. 

El guión, salido de la pluma de Arístides Vargas, fue armado desde tres fuentes:  los relatos de Chicho Vargas sobre cómo los presos políticos se entretenían en la cárcel de Rawson durante la dictadura argentina, “El Quijote” del Manco de Lepanto, y de Franz Kafka, “La verdadera historia de Sancho Panza”.

Los personajes visten ropas que aluden a la época del 70. Sancho lleva un saco verde, camisa blanca, un corbatín rojo y tirantes. En cambio, con una chaqueta gris y corbata azul, De la Mancha, asume el rol de líder entre ambos protagonistas. Este último, incluso emplea una bacinica como sombrero, en varios momentos de la interpretación.

Ellos crean cuentos sobre una variedad de temas: el amor, los perros, las drogas, los héroes y más; además, corporeizan los personajes de esos relatos, incluso, en contra de su voluntad. 

La animosa conversación borda el delirio y, a ratos, consterna; también los acerca y fortalece en la imaginación que es una dimensión insondable e importante en el instante crucial de sus vidas.
-Para que sepa el caballero, el ingenio es don de la gordura, dice Panza.
-Hay pocos ingeniosos en este mundo, replica De la Mancha.
-Porque no tienen ingenio que llevarse a la boca, pero bien quisieran ser ingeniosamente gordos, apunta, responde el rechoncho.
 -No es lo mismo gordo ingenio, que gordo ingenuo, señala su amigo.
-Envidia el caballero porque la delgadez no engendra ingenio.
-¿Insulta el caballero al escudero?, cuestiona De la Mancha.

De la chispa de esta charla  y de otras conversaciones, disfruta el público a lo largo de la actuación.   
Cada relato o personaje que Panza o De la Mancha asumen, parece dotarlos de un vitalismo y vigor que los obliga a olvidar quiénes son y por qué están allí fabulando. Esta cuestión toma forma en sus mentes, cada vez que un elemento de su entorno los desconecta o distrae de las fantásticas narraciones que comparten.

Por ejemplo, De la Mancha señala que hay cables sobre las paredes que los rodean o, alerta sigilosamente a su compañero, de la llegada de un vigilante. Estos factores recrean el contexto en que Panza y De la Mancha coexisten: están encerrados, en algún tipo de centro de corrección.

Después de los momentos de mayor jocosidad, en  soledad,  Panza confiesa que “la locura es estar aquí en una forma de libertad. Es suplantar lo bochornoso y lo triste porque ya no se necesita tener razón. Es trágico eso”.

La reflexión lleva a conferir que la imaginación libera a  la mente pero no desata las esposas de estos presos. Y, por otro lado, remonta al túnel del que hablan en el inicio de la obra. El hoyo es simbólico, alude a la capacidad de ser y cambiar en las historias que inventan; a pesar de los límites que les impiden salir de ahí, su mente palpita, les renueva porque cavan salidas que nunca podrán ser acotadas ni por  barrotes tampoco por muros.   

Quizá una de las escenas en las que la coordinación, perspicacia y conmoción están mejor conjugadas es aquella cuando Panza y De la Mancha juntan tres mesas y, sentados en sus sillas en  extremos opuestos, rotan; en ese movimiento ellos giran las mesas de tal manera que recrean la imagen de los  molinos de viento que Don Quijote enfrentó en el caballeresco libro de Cervantes.

“La razón blindada” es un homenaje a los detenidos en el penal de Rawson, ubicado en la provincia gaucha de Chubut, y, para los 16 miembros que tras un intento de fuga del predio fueron fusilados a manos de marinos dirigidos por el capitán Luis Emilio Sosa. Este hecho es conocido como Masacre de Trelew y tuvo  lugar en la madrugada del 22 de agosto de 1972, en la Base Aeronaval Almirante Zar.

El director, Arístides Vargas, explicó que montaron la obra en esa cárcel en 2008, “los presidiarios conservan la tradición de contar historias”.

La obra, que fue creada hace 8 años, entre otras distinciones, obtuvo el Premio Mejor Obra de Festival Expresión Ibérica 2011 en París.

El título de la producción apunta a que un individuo solamente  se muestra tal y como es al despojarse de prejuicios o taras mentales, es decir, la cordura puede constituir un ropaje al que se debe deshilachar con el fin de desnudar el alma y que el ser crezca. 

El acto teatral sirvió de preámbulo al trabajo “Otra forma del olvido” que estará en escena desde mañana  hasta el domingo 7 de julio, a partir de las 20:00, en el Teatro Malayerba, situado entre las calles Sodiro 345 y 6 de Diciembre.

El costo de las entradas oscilan entre  los $ 8, $ 6 y $ 4 para la tercera edad.

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