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Albert Pla deambula por el lado más bestia de la vida

 Albert Pla deambula por el  lado más bestia de la vida
24 de junio de 2013 - 00:00

Si bien el propio Albert Pla hace unos años definía su trabajo como un “espectáculo multimierda”, el concierto que ofreció junto a la leyenda de la guitarra gitana Diego Cortés en Quito el pasado 20 de junio, rayó en la perfección. Pocas veces el espectador ecuatoriano había presenciado una conjunción tan bien lograda de teatro y música sin necesidad de mayor parafernalia. Aunque la veta actoral de Pla es evidente, no destaca por lo meramente histriónico, sino más bien por su naturalidad pocas veces vista en un ‘rockstar’.
Durante una bizarra entrevista que devino en charla sobre cualquier cosa menos música -copas cortesía de Pedro Páramo… solo una dupla como la de Pla & Cortés ameritan un manager de tal nombre- me quedó claro que las poses no forman parte de su proyecto de vida.

Mientras divagamos sobre la aplicación de los tubérculos a la pornografía, la crisis de la zona euro, Lionel Messi como el inductor de la epidemia cancerígena en el Barca –razón por la cual merece ser atropellado en un cartel-, Delfín Quisphe y José María Aznar, los artistas catalanes hicieron gala del mismo ingenio y apertura que pocos días después ofrecerían en el concierto.

Oriundo del pequeño pueblo de Sabadell, conserva cierto aire de la hermética secta cátara que poblaba la religión, pero sin sus odiosos ritos de abstinencia. La pureza de Pla radica en el desparpajo rumbero y gozador con el que afronta el día a día, lejos de cualquier moralismo o presión. Desprecia por igual las redes sociales y a los “mass media” clásicos, alguna vez fue campeón de natación, ha participado en varias películas, gusta de los quesos manchegos, la literatura oscura y -aunque está a favor de la independencia de Cataluña- de coser el escudo del Real Madrid sobre la camiseta del Barcelona F.C. como desafío a las contradicciones de ambos bandos. De su parte, Diego Cortés es un gitano grande de risa fácil que irradia tradición y encanto. Si bien Albert comenzó como fanático del guitarrista, acudiendo a los multitudinarios conciertos donde éste tocaba con Carlos Santana, Paco de Lucía, Larry Coryell y otros monstruos de grueso calibre, coincidieron en la oficina de su agente y la simbiosis fue inmediata.

Mezcla de esperpento y dulzura, burlando toda convención social y retomar los discursos que construimos en ese estado de perversidad polimorfa que es la niñez, en la peculiar poética de Pla la inocencia aletea irreverente sobre la pacata cordura de los adultos.

Sus polémicas líricas le han valido el escarnio mediático, siendo catalogado por la prensa como “un monstruo de nariz aguileña, pelo rastrojero, cuerpo de araña y cerebro de trapo”. Su relación con las discográficas ha estado marcada por la censura, siendo el caso más grave el de “Veintegenarios en Albuquerque”, donde la empresa aplazó el lanzamiento del disco durante años por miedo a que la delirante canción de amor “La dejo o no la dejo” fuera considerada como apología al terrorismo. La opinión de Pla al respecto es lapidaria: las disqueras están manejadas por ignorantes que piensan que venden chorizos en lugar de arte.
Track list del concierto:

Poeta maldito que no le tiene miedo al lugar común pues lo re-significa, aunque su intención primigenia sea “patatín–pata-tan, todo es mentira”, hasta convertirlo en pequeñas fábulas sadomasoquistas como la canción con la que abrió su presentación, “Corazón”, una de sus obras más logradas, donde el amor solo se consigue lanzando piedras y negociando con un traficante de esclavos. En “La Diferencia” se autoproclama un pobre loco y presentó al poderoso Cortés para que le acompañe durante el asesinato de los músicos de Bremen en “El gallo Eduardo Montenegro”, parodia oscura del cuento infantil germánico.

 

Albert Pla i Álvarez es un cantautor español, nacido en Sabadell, provincia de Barcelona, el 22 de septiembre de 1966. Suele cantar en catalán y en español.

Ha colaborado en producciones fílmicas como Airbag, de Juanma Bajo Ulloa; A los que aman, de Isabel Coixet; y Honor de caballería, de Albert Serra.

Diego Cortés en 1956 nace en Barcelona en el seno de una familia gitana con tradición flamenca; con nueve años debuta con sus padres en un renombrado tablao de Barcelona. El 2001 inicia su colaboración con Albert Pla, actuando en los festivales Viña-Rock, Espárragos-Rock, entre otros.

Harto de los mismos Borbones de siempre, se empecina en pedir la mano de la Princesa al Rey de España y como dote ofrece un beso negro a la caduca monarquía, para luego narrar la sórdida historia de un chatarrero que busca un compromiso serio y solo recibe tristes felaciones. Terminó este primer set con su cover de “Soy Rebelde” de Jeanette, a su juicio la canción más punk de todos los tiempos. En ese momento cedió el escenario al virtuoso Cortés y su poderoso ritmo flamenco demostró que los organizadores del festival se equivocaron al no pactar también una fecha de Diego en solitario.

Tras su larguísimo solo de guitarra, que terminó por encandilar al público y levantarlo de sus asientos, Pla regresó a la tarima armado de cerveza para su compinche y cigarrillos para él. Vino la ya clásica “Sufre como yo”, lamentablemente arruinada por los alaridos destemplados de un par de espectadoras que -en aparente éxtasis etílico- contaminaron la interpretación con su nefasta búsqueda de protagonismo no solicitado por nadie. Sin embargo, los artistas no se dieron por aludidos y se atrevieron con la apocalíptica epopeya de “La Colilla”. La mafia del fuego se consumaba sobre el escenario mientras en algún Estado sureño de un montón de puros habanos sembraba el caos dando po’l culo a los malboros americanos… era la orgía de las colillas, la fiesta de halloween, operación galimatías, la guitarra de Cortés enloquecía al igual que el baile de Albert y si a más de uno le dio ganas de quemar una bandera llena de estrellas, solo fue para comprobar si huele mal, sin otra militancia que la música.

El momento cumbre del concierto llegó cuando Pla cantando tan pancho sin saber cantar se colocó su icónico casco de luces y desfiló por el corredor del teatro con la intención de que pilláramos el concepto de “Ciego”, con lo cual conquistó a los pocos escépticos que quedaban en la sala del concierto.
Cerró el recital con la cachonda invitación a “El bar de la esquina”, pero el público quería más y regresó al escenario con la teratológica pero adorable mujer de “Los ojos” para rematar con el grito de “¡Cortés! ¡suelta la fiera!!” y llevarnos a “El lado más bestia de la vida” mientras empuñaba una guitarra eléctrica. Aunque sea una herejía decirlo, la re-versión de Pla no tiene nada que envidiar a la original de Lou Reed.

Así terminó la velada, con ganas de haber metido más cerveza de contrabando para no tener que regresar sobrio a casa, pero sobre todo con la certeza de haber presenciado un espectáculo de primer nivel y la esperanza de que Pla regrese con alguno de los dos proyectos que lanza este año: “La Pandilla Voladora”, la mega banda española donde Albert es el ciudadano tras el superhéroe Hijoputaman; y su monólogo teatro – musical “Manifestación”, donde desarrolla “la historia de un tío que se va a una manifestación porque ha quedado con una chica y se equivoca de manifestación, decide irse a casa, pero le coge una carga policial y acaba en un mitin pacifista, pero llegan los proguerra y corre y encuentra a los “caminemos juntos” y quiere volver a casa, pero no llega a conseguirlo nunca”.

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