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El Telégrafo
Juzz Pincay Pazmiño

De justicia menstrual y menstruación digna

Hablar de precariedad menstrual en nuestro país le suena a exageración a quienes aún no comprenden que sangrar todos los meses tiene un precio. Algunas mujeres podemos pagarlo, otras no.
16 de junio de 2021 - 15:02

La menstruación tiene una marca negativa en la sociedad porque no existe información suficiente que nos recuerde que es un acto completamente natural. Aún hay una percepción de que es algo sucio, algo de lo que no se debe hablar mucho o algo que se debe esconder. Cuando era pequeña y compraba, en alguna tienda, un paquete de toallas sanitarias; el producto me lo entregaban en una funda negra. Un acto tan inocente como potente que me obligaba a no comentarlo.

Hoy lo hablamos más, hay foros, hay orgullo de los cuerpos menstruantes, hay rituales de reconciliación con el útero, hay más productos de higiene femenina: tampones, copas, interiores especiales, hay tweets de empoderamiento menstrual. Lo que no hay es igualdad al acceso de todo esto. Aún las mujeres pobres sortean si comer o comprar una toalla sanitaria. Aún las niñas, en las zonas rurales, faltan a la escuela porque están en sus días de sangre. Aún no sé que sucede con las mujeres y niñas en situación de calle o en las cárceles en su periodo de menstruación.

La asambleísta, Johanna Moreira, presentó su proyecto de ley por la Salud e Higiene Menstrual. Acceso igualitario y gratuito de insumos para transitar la menstruación de forma digna es lo que hoy se le plantea a la opinión pública, al legislativo, a la sociedad. Hoy también podemos leer que esta solicitud, según algunos, es populista y egoísta con las prioridades del país. Yo entiendo, entonces, que para ellos en las prioridades del país no se debe incluir a las mujeres que menstruamos.

No tener acceso a salud menstrual es una barrera para alcanzar espacios públicos y privados importantes, espacios de tomas de decisión, espacios que garantizan nuestra participación en las políticas del país. Atraviesa, entonces, la desigualdad de género y la económica. El reclamo de quienes están preocupados por la economía del Ecuador se choca con quienes dicen que las toallas son baratísimas. Los que quieren que nada se nos entregue ‘gratis’ condenan a las niñas y mujeres a continuar usando ‘trapitos’ que resultan en infecciones, enfermedades que afectan su salud reproductiva y resultan en infertilidad. Pareciera que, sencillamente, no les gusta que las mujeres tengan una vida digna, y por eso comparan la distribución gratuita de toallas sanitarias con eyaculaciones, papel higénico y alcohol.

Les recuerdo que el estado puede continuar fortaleciendo la economía y atender las necesidades de las mujeres y niñas en condiciones de extrema pobreza. Estoy segura que puede ocuparse de las dos cosas. La justicia menstrual busca que todas las mujeres atravesemos de forma digna esta etapa sangrante que es la mitad de nuestra existencia.

La gestión debería ser impulsada desde el estado apoyado en el sector privado buscando opciones sustentables que nos garanticen acceso pleno a la salud, que este proyecto alcance instancias que le corresponden como la educación (para arrancarlo del tabú y de las comparaciones absurdas) y tributación, incluso.

Personalmente pienso que mi parte menos favorita de la vida es menstruar, pero la vivo de forma decente con acceso a insumos y controles médicos; es hora que los medios de comunicación hagan reportajes sobre el tema, que quienes gozan de visibilidad en la opinión pública lo pongan en la mesa, que no se quede en una discusión de dos o tres días porque los problemas que atravesamos no desaparecen cuando los dejamos de mencionar.

¿Hay otros problemas que atraviesan la salud  y la economía ahora mismo? Por supuesto y de todos el estado debe preocuparse. Pero les invito a analizar la resistencia a los temas que nos involucran a las mujeres, los comentarios misóginos que se disparan, los gritos de ‘esto es comunismo’ cuando se pide un mínimo de decencia con nuestras vidas.

Que las políticas públicas con enfoque de género no paren. Que reciban el apoyo de autoridades, voceros, instituciones y medios. Que una vida digna para las mujeres sea posible porque sin salud menstrual no hay salud.

 

 

 

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